Papel en blanco

Open 24 hours

Quién te diría

Que aquel día en el que julio terminaba, y agosto aullaba con ganas de salir a la vez que la luna, íbamos a hacer un viaje sin retorno. Montamos, ya lo sabes, en un coche, que nos llevó a un tren, a un metro desorganizado en el que era fácil caer escaleras abajo rodando con dos maletas, después le tocó el turno al avión, vimos un par de aeropuertos en un día que parecía que no acababa, y llegamos a una estación donde perdimos el norte, el sur, la concentración, y conocimos la ciudad del amor, o así la llamaban, París.
Un austríaco despistado nos llevó en underground, en tren, y caminamos hacia la suite más hermosa de todas, en la que teníamos que poner nuestro propio colchón.
Quién te diría, que no ibas a regresar. Quién sería aquel chiflado que te saludaría al entrar, y te diría que 3 weeks, iba a ser toda una vida. Y en ese momento, no le creerías.
Que a la mañana siguiente, una veintena de desconocidos, se iban a convertir en cuarenta brazos que nos iban a acompañar durante el resto del camino, en noches al lado del Danubio, en madrugones innecesarios, en comidas que pasarían a ser un Could you pass me nutella, please? Yes, the big one. Thank you. Que esos cuarenta brazos, también estarían en horas de transporte público, en performances en el TUWI, en intercambios de palabras malsonantes. Un ¿qué coño pasa? incesante.
Quién te diría que presenciarías la primera salida de fiesta de una persona asiática a sus veintidós años, la primera vez que unas chicas de nacionalidades diferenes cocinan juntas, un primer cumpleaños en el extranjero, un karaoke con canciones de rock y variado, en una pedida de matrimonio de lo más particular, en bailes todas las noches y todos los días, en amaneceres esperando que abran el metro de Viena. Quién te diría que estarías en el primer momento, en el que una persona se siente a sí misma, y se descubre, mostrándolo al resto. Que el teatro formaría parte de tu vida, más allá de actuaciones en lugares cerrados. Que el voluntariado te llevaría más lejos de lo que nunca pensaste, ni soñaste. Que un viaje te devolvería la vida, y te daría miles más. Que nadie esperaba nada.
Quién te diría que todos llegarían a ser los pilares básicos de tu vida, desde el amanecer hasta el anochecer, un grupo en el que cada uno daba su propia esencia, en el que cada uno por sí mismo era elemental. Lo llegamos a saber antes, y hubiéramos pensado que se trataba de un cuento chino, de estos de hadas, aunque sin príncipes azules.
Quién te diría que después de tantas horas, no nos aborreceríamos, que aún necesitaríamos más, que nuestras vidas han dado un vuelco de trescientos sesenta grados. Que nunca antes había conocido tantas pequeñas grandes personas, que apreciaban las pequeñas cosas, que agradecían cada gesto, cada mirada, y lo compartían. Complicidad. Incluso a veces, con personas menos esperadas, que las apariencias engañan y nos dimos cuenta a tiempo, para luego recordar en un viaje a Madrid, tres semanas que aún parecían no haber acabado. Tantas lágrimas en tan poco espacio, tanto sentimiento en poco tiempo, tantas palabras que recordar, tantas letras en trozos pequeños de papel, tantas noches que quedaron, tantos límites geográficos que romper, tanto que compartir, tantas palabras que intercambiar, tanto por aprender, tantas culturas que conocer. Aún sigue siendo el principio.

Quién te diría, que el echar de menos, iba a ser tan recíproco.
Que faltan abrazos. Que el vacío lo llena una página de internet llamada caralibro. 


 

0 apreciaciones:

Publicar un comentario

Ĭ