Papel en blanco

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De cero a cien


Cero. Almas que atraviesan los poros de la piel hallándose por casualidad en una madrugada. Uno, el número de veces que escucharon sus voces. Dos, lugares dispares. Tres, estaciones. Cuatro, sonrisas antes de despertar. Cinco, latidos de corazones a reventar. Seis, hora punta de llamadas nocturnas. Siete, minutos antes de contestar. Ocho, abrázame si puedes. Nueve, te pienso. Diez, abro la puerta y me marcho. Once, respiraciones. Doce, pensamientos que nos envuelven. Trece, tan ficticio como cierto. Catorce, cicatrices que marchitan en un cuerpo lleno de vida. Quince, los meses pasan y no se conocen. Dieciséis, arriesgarse a romperse. Diecisiete, falta de valor. Dieciocho, demasiado alcohol en vena. Diecinueve, contradicciones. Veinte, ojalá pudiera rasgar el cielo como tu corazón. Veintiuno, el infierno está cerca y me desconcentras. Veintidós, cada vez el suelo arde más, por favor, paren el mundo que me quiero bajar. Veintitrés, querer. Veinticuatro, quererme. Veinticinco, aguantarlo. Veintiséis, es imposible soportarlo. Veintisiete, historias que vienen y van. Veintiocho, I can handle it. Veintinueve, las tristezas y las pasiones vinieron de la mano. Treinta, diciembres. Treinta y uno, suspiros que acompañan tardes de reflexiones entre dos. Treinta y dos, existen mil maneras de confundirte. Treinta y tres, eres consciente sólo de la mitad. Treinta y cuatro, recuerdos de noches borradas. Treinta y cinco, especial. Treinta y seis, odio la mitad de esas noches y esas formas tuyas tan perfeccionadas de evadir sentimientos haciendo que tu otra mitad huya. Treinta y siete, tengo recuerdos y heridas, déjame, ódiame. Treinta y ocho, razones que no falten para arriesgarse. Treinta y nueve, dificultades para pensar. Cuarenta, la crisis sentimental va en aumento, el chocolate es un complemento de lujo. Cuarenta y uno, cansancio de tus manías de ser y no ser, de cambiar de parecer casi tanto como yo. Cuarenta y dos, las semejanzas en un principio son curiosas, más tarde, te hunden. Cuarenta y tres, canciones típicas, como el feliz año nuevo después de tomar las uvas. Cuarenta y cuatro, prefiero los besos a los abrazos. Cuarenta y cinco, me perdí en medio del camino, no sé volver, y tampoco pretendo hacerlo, cruzaremos el charco. Cuarenta y seis, motivos para dejarte ir. Cuarenta y siete, quiero chocolates calientes. Cuarenta y ocho, brazos que necesito a mi lado. Cuarenta y nueve, noches en las que cambio de opinión a cada segundo. Cincuenta, quédate cerca. Cincuenta y uno, soy autosuficiente. Cincuenta y dos, obsesiones. Cincuenta y tres, discusiones. Cincuenta y cuatro, caprichos. Cincuenta y cinco, manías de entrar, callar la boca al mundo, y disfrutar. Cincuenta y seis, eres un dulce de limón. Cincuenta y siete, cada relación personal exige diferentes tratos. Cincuenta y ocho, sabemos que no queremos. Cincuenta y nueve, acompáñame a la salida. Sesenta, que me trague el mar. Sesenta y uno, cuando salga espero que me arropes. Sesenta y dos, en realidad sólo deseo que no aparezcas. Sesenta y tres, no y sí. Sesenta y cuatro, sies y noes. Sesenta y cinco, reflexiones. Sesenta y seis, olvídame. Sesenta y siete, quiero que te quedes. Sesenta y ocho, puro placer el nuestro de perder el tiempo. Sesenta y nueve, adoro los domingos. Setenta, tapones en los oídos. Setenta y uno, no me apetece escucharte. Setenta y dos, ahora necesito sentir que caminas sin alejarte. Setenta y tres, amanezcamos un lunes en una ferretería sin tener idea de qué hora es. Setenta y cuatro, desaparecieron mis temores. Setenta y cinco, me siguen llamando cobarde. Setenta y seis, un paso hacia delante es un paso para atrás. Setenta y siete, que recapacites, joder. Setenta y ocho, sigo pensando que es un placer contestar no. Setenta y nueve, te han dicho alguna vez que... Ochenta, que la Tierra es redonda. Ochenta y uno, y está contaminada. Ochenta y dos, necesitamos inocencia. Ochenta y tres, necesitamos sentirnos queridos. Ochenta y cuatro, muchas veces nos equivocamos. Ochenta y cinco, lo intentan y fracasan, lo intentan y lo logran. Ochenta y seis, no te fíes de la vida. Ochenta y siete, sólo quiero vivirla sin mentiras. Ochenta y ocho, sin reencuentros ocasionales preestablecidos. Ochenta y nueve, sepárate de tu sonrisa. Noventa, hablemos de que una vez, en un cuento sólo había una pareja de pequeñas marmotillas. Noventa y uno, nos contaban las estrellas que no dormían que una noche de luces cambió el rumbo de la existencia. Noventa y dos, se despertaron y seguían unidas, meses más tarde se reencarnaron. Noventa y tres, eran seres interesantes capaces de deslumbrar pero les faltaba ternura, y una tarde la conocieron. Noventa y cuatro, eran seres inestables, independientes, semejantes, charlatanes, inseguros a la par que confiados. Noventa y cinco, eran seres que sabían de pasado y presente, de un futuro incierto, sabían, que el momento se escapaba entre cada susurro entrecortado. Noventa y seis, tiempo que no perdona y deja su huella marcada en cada músculo, rozando el corazón, atravesando su barrera y dejando sin fortaleza esas almas que divagaban en una madrugada. Noventa y siete, corazones sombríos, contradictorios, fuertes, desconectados, entrelazados,
corazones que buscaban cien razones desafiantes para separarse. Noventa y ocho, caricias. Noventa y nueve, alientos. Cien latidos.



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