Papel en blanco

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28, Please, don't come back

Empaquetamos aquello que forma nuestra vida durante unos meses, quizás años, de forma distraída y cómo no, tarde, como siempre. Esta vez junio se adelantó, aunque la 515 y la 517 marcharon a casa igualmente, en breves estaríamos dispersos por el mundo por una razón llamada erasmus. Otros parece que no queremos irnos, alguien dijo que eran sólo otras vacaciones de semana santa tardías, y que volvíamos, otra vez. Esa personita olvidó que volvíamos para despedirnos como nunca lo hicimos. Y nos acordamos aún de ese domingo en el que madrugamos para desayunar bien acompañadas, seguido de un adiós y me subo. Las prisas hacen que olvidemos cosas pequeñitas, pasar por la 132, nuestro cambio de horario en las comidas, la ilusión de la última semana, afecto de personas que ni siquiera imaginábamos, paseos nocturnos con furgonetas blancas rondando alrededor, tiempo que preferimos hablar en la penumbra. Hablar de cualquier hormiga, de mastodontes, de música, del rastro, de cambios de carrera, de agobios, de banalidades, de homosexualidad, de viajes, de alguien que va siempre sexy (y lo dice), de pisos, de residencias, de compis, de vacas y despertadores, violines y silencios.  De cosas buenas y malas que ocurren en un viaje adolescente universitario en Barcelona. Cumpleaños que crean respiros en un mes interminable de exámenes. Cocktails en los que invitamos a esas personitas que nos soportan en todas nuestras facetas. No nos dimos cuenta de que nos faltó empaquetarlos también a ellos. Al menos surgió "Pickit, todo lo que quieras llevar" para solucionarlo, e inmortalizar un abrazo que se repetiría, y se repetiría, y se repetiría, de dos casuales y suertudas compañeras de habitación que una vez salieron de la quinientosdiecisiete para convertirse en doscientos. The Kooks nos acompañó, incluso se acercaron a vernos, nos dieron un concierto privado en una sala de flamenco de Madrid. Donde se unieron dos mundos. Y faltó el tercero, en el que nos metimos en septiembre de pura casualidad, y fue cuando supimos que Are you gonna be my girl de Jet iba a ser nuestra, cada noche, porque cada noche conquistaríamos Madrid a nuestro antojo. Madrid y el resto del mundo. Sucumbimos a envenenarnos, a la tentación, a algunos morados poco elegantes, a merendar en el Ikea porque sí, la tarta Almondy está para ir a probarla, saborearla, degustarla, como lo hicimos nosotras. Llegamos de empalmada al rastro, hicimos turismo como si de guiris se tratase en una chocolatería de Sol, llegamos a la puerta de Toledo, y nos marchamos a las diez de la mañana habiendo visto el amanecer. La calle Hortaleza acostumbrada amoldaba ya nuestras pisadas. Arctic Monkeys estuvo también presente. Y nunca pudimos imaginar lo que traería consigo. Una chica peliazul apareció, como una loca. Y ese fue el principio de muchos cierres de bares... Aunque sabemos que mentimos, que tan sólo abríamos el metro en Alonso Martinez, y, cerrábamos nuestro rincón de música preferida, sin poder ir a despedirnos. Despedidas en un 22 cumpleaños, nada más que para reencontrarnos. Y nuevas experienciencia a tres bandas. Terminamos el 29 con una sonrisa en la cara, con ganas de más, y una pelirroja habiendo encontrado su objetivo. As always. Sí, como siempre el metro nos separaba, y como siempre había una luz encendida en aquel piso 155. Un hueco que de madrugaba dejaba entrar pequeños silbidos. Un portal abierto para tantos suspiros, que cerraba hasta el próximo capítulo sobre veintiochos, que aún los sigo odiando. Y me siguien persiquiendo.

V. 208.
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