Papel en blanco

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Intensidad



Cera fundida en un día de verano, como un cigarrillo que se desgasta, como fuego ardiente que nace en las pupilas de quienes  ven más allá de las palabras, que son capaces de derretir pasiones tan sólo con la mirada.
Marcas que traspasan las paredes, huellas de quienes ya hicieron camino al andar, magulladuras en la piel que recuerdan el tiempo traicionero y la vida que habitaba en sus labios. Rozaduras, y comeduras de cabeza, hasta llegar a un rompecabezas sin solución, que se convertían en dolores innecesarios de cabeza. Sonidos hirientes que se mezclaban con gestos reconfortantes.
Brotaba la vida, y a la vez sus pasiones a través de ojos cegados, de manos unidas y labios incandescentes que necesitaban los unos de los otros para unirse en aquellos besos. Besos especiales que transmitían ternura, aquellos besos que sentían el deseo más feroz y se atrevían a dejar huellas, hacer ruido, quemar a aquellos que lo sentían, crear mundos aparte, y, disfrutar del chocolate fundido que en una noche de invierno, mientras desaparece a través de las llamas, es capaz de reunir a desconocidos y juntar sus vidas, creando pasiones.
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