Papel en blanco

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Encuentros casuales Vol. I


-Discúlpeme, sonrisa bonita. ¿Sabe dónde no podrán encontrarme en esta capital de marea azul?
-Buenas tardes señorita. No sé dónde quiere ocultarse, aunque la comprendo.
-Lo más lejos posible. No pregunte el motivo, pero sabía que me entendería.
-Por favor, no me hable de usted, que siendo joven me ruborizo fácilmente.
-Qué gracioso eres, sonrisa bonita. También puedes hablarme de tú.
-Muy amable, siento no poder ayudarte.
-Creo que puedes. De hecho, siendo sincera, has hecho que esta calle sea confortable.
-No seas irónica. Gracias igualmente, es un placer.
-De nada, sonrisa bonita. ¿Adónde decías que me llevabas?
-Veo que no te andas con rodeos. ¿Estás segura de que quieres mi compañía? Hay mucha gente en esta calle.
-Sí, en el mundo hay demasiadas personas. A mí sólo me interesa una.
-Espero que no lo digas por mí. Pienso marcharme.
-Non, tu ne peux pas partir.
-A mí también me martirizan. Y quiero conocer más mundo, no me lo van a impedir.
-No tengo la menor duda de ello, pero, antes vayamos a tomar algo. Será interesante.
-Tengo la misma impresión. Aunque tienes demasiadas esperanzas puestas en una sonrisa bonita, como decías tú.
-¡Eh! ¡Para! No hace falta que me ridiculices, ya me voy, y no te molesto más.
-Tranquila, no era mi intención echarte. ¿Vamos a por ese café?
-Bueno, quién dice café... Habla de un chocolate caliente, ¿no?
-¿Cómo no te puede gustar el café? ¿Y qué haces en las noches de enero, sobrevivir a base de red bulls?
-Es tan sencillo como yo, sobrevivo a base de chocolate.
-Señorita, me sorprende. Tengo ganas de ese chocolate.
-Yo tengo ganas de conquistar ese rincón de la cafetería, y que sea nuestro.
-Sí, esa luz roja es el mejor sitio donde ocultarse. Aunque lo mejor de todo, como ya sabrá, es su compañía.

Buscando entre recuerdos


Volvía a casa, y escuchaba la misma música. Las canciones se reproducían una y otra vez, y nunca llegué a cansarme de ellas como de aquellos hits que se bailaban en un verano y nunca jamás sonarían de nuevo. Qué triste. Pero aún más triste resulta no poner música que te lleve a palabras, a personas, a días de tu vida que compartiste con ellas, por el simple hecho de que quedó atrás.
Sigo aprendiendo, una se siente bien diciendo no, no a ritos sociales, y a compromisos. No usar palabras banales para complacer. Una tiene que autocomplacerse, y cuidarse, porque pocas personas lo harán. Aún duele, somos humanos y sabemos que la vida jode. Ya sé cuánto gusta saborear la victoria, ojalá no existieran las derrotas, pero es imposible. Siempre optaré por la misma opción improvisada; atraer lo inesperado. Una vez, una pequeña personita me dijo claramente que atraíamos a lo improbable, y cada vez, le creo más.
Mis recuerdos ocupan una cuarta parte de mi mente, y estoy reseteándola constantemente. Guardo lo relevante, lo que ayuda a seguir adelante, lo que evita que recaiga en sombras, incluso mis propias sombras que me obligan a despertar cada mañana recordándome que ya fueron, llegándome a absorber, pero ya no más.
Y la música, grandioso arte, vuelve a mí envolviéndome en un mundo diferente en cada melodía. Creando un presente de cada pasado. Haciéndome crecer, y creer, que los estados de ánimo han de estar acompañados no sólo por colores. Por música. Canciones de toda una vida. Compilaciones de CD's que forman la mía.

<< Piensa en verde >>  Escribe en verde.


Att: la chica de las uñas verdes.
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