Papel en blanco

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Veintidosañera

-Has vivido tanto, que a duras penas puedes recordar lo fácil que te fue venir, con tu maleta portátil, al otro lado del mundo. Y ya sabes, te conservas bastante bien, como tantos otros dicen.
-Gracias. Te contaré un secreto, serán veintidós, pero me acuerdo, lo recuerdo como si fuera ayer, fue un bonito día de agosto.
-Sobre las tres de la mañana... y yo en este momento aún no te conocía, ¡qué cosas!
-Desde que entraste fuiste una escandalosa, con tu mochila de aquí para allá, con tus palabras en cada sobre, en cada mirada, en tus abrazos.
-Ahora, un año. Qué hubiese pasado si ese día no hubiera salido, si aquel tipo no se hubiera cruzado contigo, si el miedo nos hubiera impedido llegar, porque no sé tú, pero yo tuve miedo, un poco, sólo un poquito, al principio.
-Como ya sabes, esto de los intercambios, está hecho totalmente para mí. Aunque por lo visto, debo añadir, que a ti no se te da nada mal.

-No hace falta que lo jures, naciste sabiendo todos los idiomas del mundo. Ah no, que esa generación será la de tus niños. De momento, haremos la maleta juntas. Meteremos lo imprescindible, las personitas importantes van como números de teléfono, estarán todas. Y habrá más, muchas más, igualmente querré verte. Celebraremos ese cumpleaños juntas, decentemente, sin despedidas, sin reglas, sólo nosotras.
-Estas cosas sólo pasan contigo.
-A ver, está claro que el coche es un buen vehículo, siempre que lo conduzca otro.
-Y las fiestas en verano no están de más.
-Para nada, que aún somos jóvenes.
-Aún no hace un año.

-Ya, lo recuerdo, una semana en silencio por creer en esa incompatibilidad personal.
-Fue en un campo de trabajo.
-Y quien pregunta, se imagina un campo de concentración, donde nos tenían explotadas.
-Sí, y de allí, al escapar, nos hicimos compañeras.
-Qué locura. Sur y norte, ¿de dónde salís?
-De Viena, quién lo iba a decir.
-Después de escucharlo tantas veces, se me antoja cuanto menos divertido. Es gracioso escucharnos.
-Es divertido, suena surrealista, suena único.
-No podía ser menos, tratándose de nosotras. Nos reencontraremos en el mismo continente en dos semanas. ¿Preparada?
-Tanto como tú.

-Entonces, dejaremos la maleta para el final.
-Como tantas otras veces, no olvides que ahora son veinte kilos.

-Vender y comprar, todo se basa en ello, la economía, los países...
-Y así va España, y los trámites, anda y escapemos, necesito dejar esta Universidad, sólo me ha dado dolores de cabeza. Bueno, no todo fue malo.
-Cuántas cosas habrás vivido en el edificio de Química, picarona.
-Anda, y vayamos a dormir, que te hace falta, una hora no es mucho...
-Sí, no te preocupes. Aún puedo con ello, ya me ves, como si nada.
-Quinceañera, a dormir.
-Buenas noches, y feliz cumpleaños. Más vale tarde que nunca. Tocaba a los veintidós celebrarlo conociéndote. Y ha sido de lo mejor que he hecho en mucho tiempo.
-Muchas gracias, que descanses, nos veremos.
-Pronto, muy pronto... La cuenta atrás empezó hace un par de días.

Vaivenes

Altiva y fría. Aquellos que me conocen se preguntaban cómo pudo entrar ella en mi vida, y de hecho, nunca tuve la respuesta adecuada para ello. Era bonita. Entró como un flash de una cámara fotográfica en modo nocturno: inesperado, penetrante, apabullante. Anonadado me dejó que fuera de aquellas personas que llegan para quedarse, qué grata sorpresa.
Y allí estaba ella, con su semblante impasible. Altiva y fría. Como ahora esperando el amanecer, que los primeros rayos de sol cayeran rendidos ante su belleza, y la saludaran con una reverencia. Se lo merecía, aunque mis amigos nunca lo creyeron, no supieron acercarse, tampoco quisieron conocerla, y no los culpo. Era difícil de creer, una pared había amado, y un corazón de fuego... En fin, esa es otra historia. Y es que hubo tantas historias, tantos ratos que desperdiciamos mirando el techo, bebiendo sin tener sed, armándonos con un poquito de valor cada día, para llegar al siguiente. De veras que esa fue nuestra única meta, respirar. Qué rápido es decirlo, cuánto cuesta conseguirlo. Querer levantarse cada día, dar todo lo que uno conoce tan sólo para compartirlo, sin fines monetarios. Qué mal está el país, decían cuando tuvieron que leer noticias de rescates ajenos. ¿Qué está pasando? Repetían unos, mientras otros mantenían giradas sus cabezas, con mentes vacías. Siempre admiraré su postura, su seguridad y confianza, su inteligencia. Ella era una musa entre las diosas. Qué suerte la mía, pensaban mis amigos cuando les hablaba de ella. No puede ser cierto, añadían, nos encantan tus historias pero aquí falta el plato esencial, no queremos tan sólo el postre. Ella, siempre prefirió primero el postre. Altiva y fría. Nunca fue salada, ni le faltó azúcar. Era tan dulce como las melodías que escondemos en nuestro paladar. Y cuánto lo disfruté.
Aquel amanecer nos sentenciaba, mi pacto estaba firmado, tan sólo quedaba pronunciar una sílaba tras otra, creando palabras, y a la vez, una barrera que ya sabía que nunca jamás podría atravesar.
-Sale el sol. -Me comentó en aquella madrugada.
-Está saliendo tu sol. El mío se escondió no hace mucho.

-Ven, te devolveré esa ilusión. -Inquirió ella.
-Hace no mucho, quise olvidarme. Lo siento, hace no mucho que perdí la ilusión, que me perdí. Hace no mucho que pienso en pensarte y me dejo llevar por mis pensamientos. Hace no mucho, la verdad, mi corazón quedó debilitado. Hasta que llegaste tú, y lo reconstruiste, le diste la fuerza necesaria para levantarse cada mañana. Gracias a ti, hace no mucho que aprendí que sin personas uno sólo avanzaría la mitad. Y aprendí, que hay que dejar ir, alguna vez, sólo alguna, hay que volver. Hace no mucho que quiero que mis alas crezcan, porque ya están suficientemente amoldadas a este espacio, me di cuenta hace no mucho, que necesito más. Hace no mucho me dijiste que podía haber conocido otras facetas tuyas, ahora yo te digo gracias, por haberme dado a conocer tantas. Gracias, por enseñarme que estamos en un viaje, en el que hay varios destinos y los pasajeros confluyen en tantas estaciones hasta llegar cada uno a la suya, y tú me has acompañado. Ha sido un placer encontrarme entre tus palabras, y tus labios. Ahora es mi turno de decirte, que me encontrarás si tienes que hacerlo, que si el lazo es tan fuerte, la visita será inminente. No dudes de los gestos, y cuestiónate todas las palabras. Mírame a los ojos, como siempre has hecho, y si encuentras alguna mentira, tan sólo, dilo. Y te escucharé, como siempre he hecho. Es mi turno, como te decía, de decir adiós, mi tiempo no es ahora, empecé a vivir hace no mucho contigo, y quizás deberíamos habernos topado en otro momento, en otras circunstancias. Y quizás, sólo quizás, hubiera podido ser diferente. El corazón de fuego ya se ha convertido en cristal.
Esta parada es la mía, adiós preciosa.

Y en ese momento, el tiempo pareció detenerse. Ella, como siempre. Altiva y fría. No intentó decir ninguna palabra, ningún suspiro salió de su boca, me comprendía, era la hora de partir, ojalá coincidiéramos. Tan sólo su mano reflejó el dolor de la pérdida, se aferró con fuerza a la barandilla, desde mi primera mirada, desde mi primera frase. Las palabras habían salido con fuerza, de la forma más cruel desde la absoluta ternura. No había espacio para el rencor, ella había llegado a iluminarme, de la misma manera que yo provocaba que ella nunca volviera a quitarse la máscara, y se convirtiera en cristal. Frágil, transparente, y, ardiente.

 

28, Please, don't come back

Empaquetamos aquello que forma nuestra vida durante unos meses, quizás años, de forma distraída y cómo no, tarde, como siempre. Esta vez junio se adelantó, aunque la 515 y la 517 marcharon a casa igualmente, en breves estaríamos dispersos por el mundo por una razón llamada erasmus. Otros parece que no queremos irnos, alguien dijo que eran sólo otras vacaciones de semana santa tardías, y que volvíamos, otra vez. Esa personita olvidó que volvíamos para despedirnos como nunca lo hicimos. Y nos acordamos aún de ese domingo en el que madrugamos para desayunar bien acompañadas, seguido de un adiós y me subo. Las prisas hacen que olvidemos cosas pequeñitas, pasar por la 132, nuestro cambio de horario en las comidas, la ilusión de la última semana, afecto de personas que ni siquiera imaginábamos, paseos nocturnos con furgonetas blancas rondando alrededor, tiempo que preferimos hablar en la penumbra. Hablar de cualquier hormiga, de mastodontes, de música, del rastro, de cambios de carrera, de agobios, de banalidades, de homosexualidad, de viajes, de alguien que va siempre sexy (y lo dice), de pisos, de residencias, de compis, de vacas y despertadores, violines y silencios.  De cosas buenas y malas que ocurren en un viaje adolescente universitario en Barcelona. Cumpleaños que crean respiros en un mes interminable de exámenes. Cocktails en los que invitamos a esas personitas que nos soportan en todas nuestras facetas. No nos dimos cuenta de que nos faltó empaquetarlos también a ellos. Al menos surgió "Pickit, todo lo que quieras llevar" para solucionarlo, e inmortalizar un abrazo que se repetiría, y se repetiría, y se repetiría, de dos casuales y suertudas compañeras de habitación que una vez salieron de la quinientosdiecisiete para convertirse en doscientos. The Kooks nos acompañó, incluso se acercaron a vernos, nos dieron un concierto privado en una sala de flamenco de Madrid. Donde se unieron dos mundos. Y faltó el tercero, en el que nos metimos en septiembre de pura casualidad, y fue cuando supimos que Are you gonna be my girl de Jet iba a ser nuestra, cada noche, porque cada noche conquistaríamos Madrid a nuestro antojo. Madrid y el resto del mundo. Sucumbimos a envenenarnos, a la tentación, a algunos morados poco elegantes, a merendar en el Ikea porque sí, la tarta Almondy está para ir a probarla, saborearla, degustarla, como lo hicimos nosotras. Llegamos de empalmada al rastro, hicimos turismo como si de guiris se tratase en una chocolatería de Sol, llegamos a la puerta de Toledo, y nos marchamos a las diez de la mañana habiendo visto el amanecer. La calle Hortaleza acostumbrada amoldaba ya nuestras pisadas. Arctic Monkeys estuvo también presente. Y nunca pudimos imaginar lo que traería consigo. Una chica peliazul apareció, como una loca. Y ese fue el principio de muchos cierres de bares... Aunque sabemos que mentimos, que tan sólo abríamos el metro en Alonso Martinez, y, cerrábamos nuestro rincón de música preferida, sin poder ir a despedirnos. Despedidas en un 22 cumpleaños, nada más que para reencontrarnos. Y nuevas experienciencia a tres bandas. Terminamos el 29 con una sonrisa en la cara, con ganas de más, y una pelirroja habiendo encontrado su objetivo. As always. Sí, como siempre el metro nos separaba, y como siempre había una luz encendida en aquel piso 155. Un hueco que de madrugaba dejaba entrar pequeños silbidos. Un portal abierto para tantos suspiros, que cerraba hasta el próximo capítulo sobre veintiochos, que aún los sigo odiando. Y me siguien persiquiendo.

V. 208.

Hablemos del fuego.

Aquellas palabras sólo mostraron el comienzo de un final escabroso. La neblina anunciaba tiempos de desorientación. Una burbuja que nunca explotaría, pero nos equivocábamos y no sabíamos cuánto. El vapor de agua llegaba a nuestros labios, y fingíamos no darnos cuenta. El chirrido de la puerta al cerrarse, era como una dulce melodía. Los días de tormenta y lluvia seguían sin desaparecer. Había alguna que otra sonrisa bonita de noche, pero nunca era suficiente. Nunca nada era suficiente. Siempre ese inconformismo, él nos arrastró a la locura. ¿Lo crees de veras? Acaso, ¿no fueron las palabras? Esas que se perdieron de un día para otro, de un mes a otro. Palabras que quisieron estallar a través de gritos en el vacío, y se ahogaron en un mar de lágrimas  provocadas por palabras que derivaban del aire. Miradas sin nada que decir, como aquellos primeros inexistentes lazos, que tiempo después llegamos a entrelazar, unir, juntar, y a los que nos aferramos con fuerza, e insistencia. Y todo estaba destinado al suicidio. Minuto a minuto fuimos conscientes de que era una pequeña carga en un hilo demasiado fino. Llegó al nivel en el que nadie quiere hacerse responsable, no fuimos capaces de cortarlo, de renovarlo, de usar otro diferente. Enredados en un mismo pasado. Irritable. Sin ser capaces de reaccionar, seguimos jugando con la misma cuerda, que se rompería en breves. La perdición apareció un día de madrugada. Y le gustamos, siguió visitándonos. Aún aparece de visita como un fantasma que nos recuerda que tengamos cuidado con el fuego. Como las mamás decían, no juegues con fuego, que te puedes quemar. En una noche combinamos en un mismo vaso la tentación, con este fantasma, la perdición. El deber era regresar, y nunca lo hicimos. El vaso nos salpicó. El hilo se desgastó. Y el fuego nos quemaba. Ardíamos entre las sábanas, y encontramos nuestra tumba.

Algo tan hermoso como

Hoy es la hora de revivir. De crear un mundo entre monosílabos y miradas. Llegó el momento de disfrutar, de reír y de escribir. Sobre todo, de eso último, de escribir el texto más hermoso que nunca jamás llegó a ser escrito. Siempre hay una primera vez, y esta, no será la última.

Algo tan hermoso como el suspiro de los pájaros al alcanzar su cima.
Algo tan hermoso como la ternura de una mamá al tomar en brazos a su bebé.

Algo tan hermoso como encontrarse tras haberse perdido en las sombras.
Algo tan hermoso como un buenos días, en días grises.

Algo tan hermoso como el halo de color de alguien que sonríe.
Algo tan hermoso como sentirse querido.

Algo tan hermoso como la melodía de las canciones.
Algo tan hermoso como haberse conocido.
Algo tan hermoso como aprender que vivir significa separarse.
Algo tan hermoso como saber que detrás viene un reencontrarse.
Algo tan hermoso como sonreír de nuevo, en diciembre, y en marzo, tras un verano.

Algo tan hermoso como conocer.
Algo tan hermoso como conocer, y reconocer.
Algo tan hermoso como besos regalados, y robados.
Algo tan hermoso como no pedir nada.
Algo tan hermoso como escuchar la lluvia de fondo, en meses de sequía.
Algo tan hermoso como la intensidad.

Algo tan hermoso como ser feliz.
Algo tan hermoso como ser capaz de vencerse a sí mismo.
Algo tan hermoso como querer lo que tienes, y no esperar nada de ello.
Algo tan hermoso como la palabra beautiful.
Algo tan hermoso como sentirse real.
Algo tan hermoso como ser esperado.
Algo tan hermoso como la pura imprudencia.
Algo tan hermoso como dormir a su lado.
Algo tan hermoso como despertares acompañados.
Algo tan hermoso como los gritos de desesperación por otro mundo.
Algo tan hermoso como las ganas de luchar incandescentes.
Algo tan hermoso como los alientos de dos cuerpos que se funden.
Algo tan hermoso como el chocolate fundido en una tarde de invierno.
Algo tan hermoso como palabras susurradas a los oídos.
Algo tan hermoso como convivir.
Algo tan hermoso como niños asombrados en el metro.
Algo tan hermoso como parques llenos de pasatiempos.
Algo tan hermoso como barcas sin retorno.
Algo tan hermoso como viajes inacabables.
Algo tan hermoso como el tiempo que dice adiós.
Algo tan hermoso como un texto.
Algo tan hermoso como párrafos que hacen sentir.
Algo tan hermoso como aprender a amar.
Algo tan hermoso como descubrir.

Descubrir que el tiempo lleva la cuenta a su favor, caer en la cuenta de que existe el presente, que las horas interminables acaban, que los suspiros desaparecen, que las burbujas se rompen. Y vivirlo.



Algo tan hermoso como vivirlo, aunque sea el último momento. Y descubrir, otro mundo.

Algo tan hermoso como respirar.
 

Hablemos de escondernos.

Ese ansia de huir cuando está nublado. La ambición de los anónimos por seguir siendo sombras. Esas sombras que nunca relucen, que destellan. Y son pisadas las que uno divisa cada mañana, de aquellas personas que se cruzan, que se miran, que intercambian olores y palabras de cortesía. La vereda que atravesamos a diario, sabiendo uno qué le espera, sabiéndose a sí mismo. Y perdiéndose. Como aquellas personas inteligentes que dieron un vuelco a su corazón, sintieron más de tres veces y no se dieron por vencidas. Tornaron su rumbo hacia nuevos horizontes sin playas, sin azoteas, sin tejados en los que cubrirse de estrellas una noche. Porque en el centro, hay demasiada polución, olas azules que asfixian, pero nada importa cuando tres escondites se convirtieron en uno mismo. Una guarida para tres, conversaciones a tres. Comidas que se alargaban por no separarse, aunque en ello consista la vida. Comidas improvisadas que saben mejor en compañía, sin escondites. Mensajes ocultos entre cada sílaba, entre animales, y entre paredes que se enredan y a pesar de que sean de papel, mantienen el calor de los abrazos que algunas noches se necesita. Acciones espontáneas que unen más que separan, porque no somos de números y no necesitamos ocultar nuestra cifra, quizás sea 75. Quién sabe. Ocultarnos en las calles más grandes de Madrid, y desconcertarnos. Buscar un nuevo destino, internacional. Cruzar el charco, y aun así, mantener la esperanza de que al volver, habrá una guarida de tres cerca de los garitos más oscuros, en los cuales extraviarse hasta el amanecer, hasta que el Tribunal diga basta, ya es hora de volver a casa. A casa de tres, y sólo esconderse en una tela de araña en días soleados.

De cero a cien


Cero. Almas que atraviesan los poros de la piel hallándose por casualidad en una madrugada. Uno, el número de veces que escucharon sus voces. Dos, lugares dispares. Tres, estaciones. Cuatro, sonrisas antes de despertar. Cinco, latidos de corazones a reventar. Seis, hora punta de llamadas nocturnas. Siete, minutos antes de contestar. Ocho, abrázame si puedes. Nueve, te pienso. Diez, abro la puerta y me marcho. Once, respiraciones. Doce, pensamientos que nos envuelven. Trece, tan ficticio como cierto. Catorce, cicatrices que marchitan en un cuerpo lleno de vida. Quince, los meses pasan y no se conocen. Dieciséis, arriesgarse a romperse. Diecisiete, falta de valor. Dieciocho, demasiado alcohol en vena. Diecinueve, contradicciones. Veinte, ojalá pudiera rasgar el cielo como tu corazón. Veintiuno, el infierno está cerca y me desconcentras. Veintidós, cada vez el suelo arde más, por favor, paren el mundo que me quiero bajar. Veintitrés, querer. Veinticuatro, quererme. Veinticinco, aguantarlo. Veintiséis, es imposible soportarlo. Veintisiete, historias que vienen y van. Veintiocho, I can handle it. Veintinueve, las tristezas y las pasiones vinieron de la mano. Treinta, diciembres. Treinta y uno, suspiros que acompañan tardes de reflexiones entre dos. Treinta y dos, existen mil maneras de confundirte. Treinta y tres, eres consciente sólo de la mitad. Treinta y cuatro, recuerdos de noches borradas. Treinta y cinco, especial. Treinta y seis, odio la mitad de esas noches y esas formas tuyas tan perfeccionadas de evadir sentimientos haciendo que tu otra mitad huya. Treinta y siete, tengo recuerdos y heridas, déjame, ódiame. Treinta y ocho, razones que no falten para arriesgarse. Treinta y nueve, dificultades para pensar. Cuarenta, la crisis sentimental va en aumento, el chocolate es un complemento de lujo. Cuarenta y uno, cansancio de tus manías de ser y no ser, de cambiar de parecer casi tanto como yo. Cuarenta y dos, las semejanzas en un principio son curiosas, más tarde, te hunden. Cuarenta y tres, canciones típicas, como el feliz año nuevo después de tomar las uvas. Cuarenta y cuatro, prefiero los besos a los abrazos. Cuarenta y cinco, me perdí en medio del camino, no sé volver, y tampoco pretendo hacerlo, cruzaremos el charco. Cuarenta y seis, motivos para dejarte ir. Cuarenta y siete, quiero chocolates calientes. Cuarenta y ocho, brazos que necesito a mi lado. Cuarenta y nueve, noches en las que cambio de opinión a cada segundo. Cincuenta, quédate cerca. Cincuenta y uno, soy autosuficiente. Cincuenta y dos, obsesiones. Cincuenta y tres, discusiones. Cincuenta y cuatro, caprichos. Cincuenta y cinco, manías de entrar, callar la boca al mundo, y disfrutar. Cincuenta y seis, eres un dulce de limón. Cincuenta y siete, cada relación personal exige diferentes tratos. Cincuenta y ocho, sabemos que no queremos. Cincuenta y nueve, acompáñame a la salida. Sesenta, que me trague el mar. Sesenta y uno, cuando salga espero que me arropes. Sesenta y dos, en realidad sólo deseo que no aparezcas. Sesenta y tres, no y sí. Sesenta y cuatro, sies y noes. Sesenta y cinco, reflexiones. Sesenta y seis, olvídame. Sesenta y siete, quiero que te quedes. Sesenta y ocho, puro placer el nuestro de perder el tiempo. Sesenta y nueve, adoro los domingos. Setenta, tapones en los oídos. Setenta y uno, no me apetece escucharte. Setenta y dos, ahora necesito sentir que caminas sin alejarte. Setenta y tres, amanezcamos un lunes en una ferretería sin tener idea de qué hora es. Setenta y cuatro, desaparecieron mis temores. Setenta y cinco, me siguen llamando cobarde. Setenta y seis, un paso hacia delante es un paso para atrás. Setenta y siete, que recapacites, joder. Setenta y ocho, sigo pensando que es un placer contestar no. Setenta y nueve, te han dicho alguna vez que... Ochenta, que la Tierra es redonda. Ochenta y uno, y está contaminada. Ochenta y dos, necesitamos inocencia. Ochenta y tres, necesitamos sentirnos queridos. Ochenta y cuatro, muchas veces nos equivocamos. Ochenta y cinco, lo intentan y fracasan, lo intentan y lo logran. Ochenta y seis, no te fíes de la vida. Ochenta y siete, sólo quiero vivirla sin mentiras. Ochenta y ocho, sin reencuentros ocasionales preestablecidos. Ochenta y nueve, sepárate de tu sonrisa. Noventa, hablemos de que una vez, en un cuento sólo había una pareja de pequeñas marmotillas. Noventa y uno, nos contaban las estrellas que no dormían que una noche de luces cambió el rumbo de la existencia. Noventa y dos, se despertaron y seguían unidas, meses más tarde se reencarnaron. Noventa y tres, eran seres interesantes capaces de deslumbrar pero les faltaba ternura, y una tarde la conocieron. Noventa y cuatro, eran seres inestables, independientes, semejantes, charlatanes, inseguros a la par que confiados. Noventa y cinco, eran seres que sabían de pasado y presente, de un futuro incierto, sabían, que el momento se escapaba entre cada susurro entrecortado. Noventa y seis, tiempo que no perdona y deja su huella marcada en cada músculo, rozando el corazón, atravesando su barrera y dejando sin fortaleza esas almas que divagaban en una madrugada. Noventa y siete, corazones sombríos, contradictorios, fuertes, desconectados, entrelazados,
corazones que buscaban cien razones desafiantes para separarse. Noventa y ocho, caricias. Noventa y nueve, alientos. Cien latidos.



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