Papel en blanco

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La cuenta atrás comenzó en el mismo momento que hace 365 días acabaron las campanadas, no había rastro de uvas, y las familias con los amigos brindaban con champán. A día de hoy, 31 de diciembre, como otros tantos últimos días de los años que han ido pasando, se percibe más ese tiempo que siempre causa estragos. Será que una cuenta atrás de una página de internet influencia a que el mundo desee lo mejor para todos. Será que una vez empezadas las vacaciones de invierno el espíriru navideño (o consumista) nos acerca los unos a los otros. Será que los balances no son mi punto fuerte y no se pueden poner en una balanza las cosas que pasan, que nuestra vida no se trata de un peso que ha de estar equilibrado, o que se componga de más pros que contras, o a la inversa.
En estos momentos, cuando una cena concertada se acontece, pienso, si otro día cualquiera, se podría reunir a la familia, cenar y brindar todos juntos. Es probable que la excusa del nuevo año, sea la idónea, que la vuelta que da la Tierra alrededor de Sol sea digna de celebración. Qué sé yo.
Lo que implica esta conmemoración, a mi parecer, es mi vuelta a casa, a una ciudad gigantesca que aún he de recorrer, a una habitación doble cuya calefacción nos mantiene, y guarda nuestros corazones del frío que cubre la ciudad y nuestro pequeño rincón del sur de Madrid. No obstante, la distancia, esa lejanía, sólo deseada a medias, que existe entre ciertas personas no es un aspecto positivo, ojalá se pudiera cambiar, pero es algo que se sabe, que debe ser así. Si la distancia no puede contra ello, se habrá ganado una complicada batalla, y será especial, de verdad. Y aunque se dejen cosas atrás, todo el mundo ha comprobado que en una maleta pequeña, no cabe la ropa vieja más la que regalan por estas fechas. A veces se dejan cosas atrás, aunque uno las aprecie demasiado, simplemente sucede, como el transcurso de un tiempo que jamás se puede detener a no ser que el despertador se quede sin batería y siga marcando la hora anterior.
Después de un buen año, viene otro mejor. Esa es mi perspectiva, aún hay demasiado por descubrir, y sigue siendo el comienzo. Un año más, unas horas menos.
Feliz año.

It just happens.

Ocurre que la vida da demasiados giros de ciento ochenta grados, que uno no sabe dónde meterse, si debajo de la manta el calor aguantará, o si un buen abrigo puede ser suficiente para disfrutar del invierno.
Tabernas donde el humo y el alcohol son los protagonistas, donde el vicio nunca dejó de estar presente, momentos de soledad en compañía.
A veces ocurre que uno se cansa de ir a los mismos lugares, de hacer las mismas cosas siempre, de releer y leer otra vez los mismos párrafos que no dirán cosas nuevas porque la magia es algo que no incluyen esas palabras, y la magia no es suficiente para hacer que esas palabras sean más tiernas, porque la ternura no sólo se encuentra en un rincón del mundo. Y mucho menos en las mismas palabras que se repiten siempre.
La ternura está en los ojos, de todos y cada uno, en los gestos que uno regala, en sonrisas bajo el mar o en reencuentros no planeados, porque no hay nada mejor que esas sorpresas que uno se lleva, que hacen que uno pueda levantarse feliz durante días, porque no han sido esperadas. Que no hace falta esperar, sólo salir corriendo y gritar, que el mundo no tiene piernas y tú puedes llegar más lejos.
Uno sólo necesita dar dos tragos a un vaso de agua para seguir adelante. Adelante en unas calles que atormentan, que ni pintadas de colores llamativos atraen, porque las luces se apagan y todo quedaría oscuro. La luz del sol está centrada en otros mares, en otras colinas, en otras ciudades y en algunas bienvenidas. Aunque las despedidas ganen por goleada en un partido sin final, que uno desconoce el desenlace, que una apuesta la puede perder (o no), si se arriesga. El riesgo que todos deberíamos tener, pero uno tiene más miedo que atrevimiento y hay cosas especiales que no suceden, porque uno mismo no se deja salir a la calle, a gritar, a vivir. Porque prefiere quedarse entre cuatro pareces que no se mueven, ya que su lema es más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer y se conforman, por no decepcionarse, por seguir con un plan establecido que sembrará pocas sorpresas, sin que ningún cabo ande suelto. A veces ocurre que uno se equivoca y es cuando el caos entra en la vida, y además no quiere salir, pero uno se empeña en arrojarlo fuera cual trapo usado, sin saber que lo echará de menos.
A veces uno, cansado de la existencia, de la rutina, necesita aquello que tuvo y despreció, aquello que en unos momentos, cuando más lejos está, se quiere con más ganas que nunca. Quien fuera aire para poder estar en tantos sitios, en tantos alientos, en cada suspiro y tocarlo todo con una suave brisa que emana del todo y llega a esas sonrisas cálidas que rebosan alegría.

Sin capitales.


Salgamos un rato esta tarde, podríamos ir al cine, cenar allí y tal vez jugar a los bolos un ratito, o pasar más tiempo en el billar intentando no rozar la bola negra. ¿Sería un buen plan, no crees? Aunque siempre podemos imitarlo, como siempre hemos jugado a ser quienes no somos, o imaginar que una cucharilla es un cetro del poder que se podría derretir en nuestras manos. Ha habido cosas que no teníamos a nuestro alcance, pero las hacíamos realidad, no querría perder esa facultad. ¿Cambiamos el plan?
Deberíamos atrevernos... Pasaremos una tarde siendo cocineros, buscaremos en el armario de la comida unos aperitivos, quizá palomitas sea la mejor opción. Después encontraremos el sirope de chocolate en la nevera, y la sal estará en su recipiente. El siguiente paso es coger el plato gigante donde reunir las palomitas, y añadirles la sal. Por último, el sirope.
No obstante, no podemos olvidar encender el ordenador y poner una película, de esas que nos dejen marcas como La vida es bella, o una de What's up, tiger Li
ly? sin sentido, un musical como Moulin Rouge o un clásico como Casablanca. Aunque siempre se puede recurrir a las películas americanas de entretenimiento. Puesta la película no nos hace falta más que el suelo, cubierto por una manta, a causa del invierno, y para más comodidad un par de cojines. Entonces veremos la película y empezaremos a ser esos personajes que aparecen, con los que nos identificamos y olvidaremos por unos momentos quienes somos, y nuestras vidas, también nuestros problemas para meternos en la piel de los protagonistas. Cuando las palomitas se acaben, y ya no volvamos a ser cocineros, y cuando la película vaya acabando jugaremos a ser personas adultas que necesitan tenerlo todo recogido, pero cambiaremos de planes al ver que aún somos adolescentes, que los cojines del sofá siempre pueden acabar en el suelo y nosotros inventaremos nuestra propia película durante unas horas, creyéndonos amantes, desbordando ternura e invadiéndolo todo de olor a pasión, antes de que el amanecer vuelva, y nos derpierte dándonos de frente con la realidad; en la cual no está permitido vivir actuando, aunque todo sea un escenario.

Una de Navidad.




25 de diciembre fun fun fun.
Y como cada año, llega uno de los días más esperados, más incluso que el propio cumpleaños. Aquí desde los más pequeños hasta los más mayores reciben sus sorpresas...
Tal vez crearon este día para unir a la familia, tal vez en el recuerdo de estos días siempre aparezca un olor a dulce, el color rojo de la pasión y el blanco del invierno. Quizá hacen creer que son vacaciones en familia, y fiestas con amigos. Nunca contaron que podrían ser poco agradables. Los anuncios nos pintan que las mejores sorpresas vienen empaquetadas y valen media millonada. Y se aspira a poder dar todo ese cariño en regalos, porque es lo poco que les queda a los niños de ilusión; si aún les queda algo. Los mayores lo toman como norma, navidad equivale a regalos, aunque hay quienes piensan que es la mejor excusa para estar juntos. Para los adolescentes son típicas vacaciones, no ir a clase ya es de por sí el mejor premio. Y todos hacen estrategias para que los pequeños no caigan en la cuenta de que, el mundo tiene poca fantasía, y detrás de todo (aunque también delante), se encuentran unas monedas o unos billetes, incluso tarjetas de crédito, en definitiva, dinero.
Dinero que vale para dibujar sonrisas, pero se equivocan, crean caprichos.
Ahora el amigo invisible también está de moda, cenas de trabajo, comidas de clase, quedadas y reencuentros, vuelta a casa por navidad como el turrón, cuidado que el invierno se acerca con más frío, chimeneas que se encienden, árboles y luces de navidad que decoran una época del año aparentemente muy acogedora, deseos que se cumplen, personas que triunfan, otras que fracasan, conversaciones superficiales. Mitos y ritos.
Quiero una ración menos de navidad, por favor. Quiero que el rito de escuchar villancicos con la familia mientras se cena en un 24 por la noche se acabe. No quiero quedarme en casa y dejar que todos los jóvenes se alcoholicen pasando frío, y no estar cerca. Mentiría si mencionara esa última frase. Hay que renovarse, hacer las cosas por el hecho, simplemente, de que apetezcan, no por ser una fecha, que fechas, ya hay muchas en el año. ¿Cómo hacer que vuelva la ilusión inocente? ¿Cómo renovar una Navidad?
Velas que se apagan, trajes rojos que se dejan acumulados en el trastero, barbas de quita y pon...
25 de diciembre fun fun fun.

Mundo de papel.


Está tan lejos el sur del norte como el este del oeste. Estamos en un punto de inflexión en el que es posible seguir el mismo hábito, o romper otra vez con lo establecido y comenzar, con un nuevo año. Decidamos pues, dejarnos llevar por nuestros propios sentidos, nunca por los demás. Cometamos nuestras propias faltas y aprendamos de ellas. Empecemos a pensar por nosotros mismos, a sernos fieles y leales, y a querernos, después estará el mundo. Llamemos de puerta en puerta dando una publicidad de contacto, movilizando nuestras ideas, creando lo que verdaderamente queremos. Neguémosnos ante líderes de opinión que pretendan convertir sólo sus sueños en realidad, pidámosles explicaciones, mostremos que el contacto es lo verdaderamente importante, esa humanidad que cuando se va ascendiendo van perdiendo. Démosles la razón si la tienen. Demostremos que no sólo somos un entramado, un engranaje que cumple órdenes. Luchemos juntos, por nuestros valores. No enfrentemos razones y afrontemos que nosotros, sí, nosotros estamos aquí ahora, y que siempre será el lugar y la hora idónea para dar a conocer que el ser humano piensa, y siente.

Siente que el mundo sea un juego, un videojuego en la actualidad, que a menudo sale el letrero de game over, lo que significa que habrá que volver a empezar. O, un papel emborronado a causa del temporal, el cual habrá que escribir otra vez. Dejémosnos de papiroflexia sin saber, moldeando una hoja artificial para darle forma o acabar destrozándola. No formamos parte de un papel que se pueda sustituir con otro, porque de momento, no conocemos otro mundo más que éste. Quizá la solución sea crear otro, empecemos a crearlo de papel y si funciona, trasladémoslo a un videojuego, si no nos sale try again, deberíamos montarlo en un territorio pequeñito, donde las pequeñas cosas sean las que más importan. Que podemos hacer cosas por nosotros mismos, nadie piensa por nosotros, nadie puede sentir por nosotros, el corazón nos hace humanos. Y la vida nos permite demostrarlo.

Irreconocible.Olvidado. Y defectuoso.


Espíritu libre, que no descansa, se mantiene vivo sin estancarse, tomando fotos de aquí allá a donde va, robando un pedacito de vida a cualquiera que se cruce en su parada, dando más vida de la que algunos piden; calor.
Espíritu aventurero, que no echa la vista atrás porque todo lo lleva consigo, no necesita más amor que el que se da a sí mismo, le sobran las ganas para emprender un nuevo viaje, le faltan los motivos para marcharse a otro lugar distinto.
Le inquieta la forma de ver, a través de esos párpados delicados, a través de esos ojos que aún iluminan con su inocencia, la esperanza del cambio, de sus continuos movimientos, sin dejar huella aparentemente. Se dirige a donde nadie sabe, donde todos acabarán bajo una lápida, suponen.
Bajo el mar encuentra pedacitos de lágrimas que una vez compusieron una linda melodía, las reúne y lo escucha. Un canto melodioso que nadie recuerda, porque el recordar duele y todos dejaron de preocuparse, es más sencillo que desemboquen en el aire que nadie respira.
Espíritu despreciado, cuya vida es producir modificaciones en las historias ajenas, en cuyo final nunca aparecerá.
Espíritu prevalecedor, que persiste, luchando como los espermatozoides en su carrera por ser el primero en llegar, por ser el protagonista, por sobrevivir. Es de quien nadie se acuerda, pero todos recuerdan, algo hizo, algún hilo tejió de esta tela de araña que se ha convertido en enredos de donde nadie puede escapar. Reflexionan y no son capaces de agradecer, con gestos, nada; porque el momento sucedió y les fue bien, no tenían motivo para quejarse.
Espíritu es tan sólo un don nadie, a la vez que alguien que tiene fuerza para cubrir a la ciudad, a dos ciudades y a toda la población. Es algo que está de más, pero se echa en falta cuando está de menos.
Una identidad que está en todos, y al mismo tiempo, en ningún lugar; no tiene nombre. Se va perdiendo poco a poco su esencia, si él mismo no la encuentra, se llegará a perder.
Quizás el momento de desvanecerse le ha llegado, a lo mejor, es simplemente una transición que le manda un mensaje: no vuelvas más.

Bruma.


Sentir el frío cuando una gota de lluvia resbala por mi mejilla. Caer agotada mientras el cerebro se va colapsando. Encontrar puertas abiertas y cerrarlas. Hacer que la luz salga por la rendija de tu corazón. Beber violentos susurros que el latido de tus ojos regala a mi mirada. Saborear cada silencio como dulces melodías que producen los grillos al alba. Levantarme y dejar que el sonido entre por la ventana. Despertar y ver que todo lo que me rodea era un manto de sonrisas. Despertar y soñar de nuevo. Dormir hasta que el atardecer le pida una canción a la razón. Una canción que llene esta oscura habitación.


Aprecio, lo llaman.


Tantas ganas de vivir, enredadas y comprimidas en unas cajas empaquetadas. El ronroneo del gato que pretende trepar por la pared y colarse en una de ellas, -lástima que lo pillaras- podría haber sido buena compañía en tiempos de aguaceros.
¿No crees que es hora de salir a pintar el mundo? ¿Y de revolear por el suelo todo lo que contienen esas viejas cajas? Quizás hacer una limpieza con el fin de ver qué sobra, te serviría para avanzar. Pensarás que estoy tonta, que no necesitas más que el cariño que en las calles te dan, que las cajas pueden acumularse, y aun así no importarán. Sin embargo, nada más que te mientes a ti misma, pensando que en un futuro esas cajas recordarán momentos buenos que ya sucedieron, pero, que no viviste. Envuelta en sábanas viejas, sin intención de salir a pasear un rato. ¿Sabes? Haz lo que quieras. Yo me limitaré a echar de menos esas calles por las que pasamos de la mano, o tus manos, en momentos de incertidumbre, en noches en la playa cuando ya nos conocíamos, y sonreíamos juntas escuchando nuestros cuentos. Es diciembre, y llovió, y la lluvia nos arropó mientras destruía bolsas de cartón mal fabricadas. Que el mundo necesita inocencia, de esa que tú y yo, sabemos dar. A todo el que se cruce en nuestro camino. Recuerda, a todos.

Mayúsculas con M.

Diciembre.
Primera semana del último mes del año.
Vacaciones debido a una Constitución de 1978.
Algeciras.
Una vuelta a casa después de 3 meses.
Un sitio, después de todo, sin vida.
Getares.
Playa donde más huellas habré dejado.
Lugar frío en invierno en el que más tiempo paso.
Mediterráneo.
Mar en el que desembocaron mis sueños.
Y donde todo quedó atrás, empezando a tener sentido.
Renfe.
La vuelta a la rutina nunca había sido más desconcertante.
A veces un tren ayuda a que los deseos se hagan realidad.
Madrid.
Ciudad concentrada donde olvidar. Y crecer.
Centro de un país que destroza esperanzas.
Getafe.
Sur del centro, donde todos los días hay nubes grises.
Lugar donde nieva, e incluso puede brillar el sol más radiante.
Viky.
Chica con toda una vida nueva.
Una adolescente que ya tenía su lugar en el mundo.

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