Papel en blanco

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Con-decoraciones.

Tanta basura, y tanta tontería.
Tanta estupidez, y tanta confabulación.
Tanta suciedad y tanta hipocresía.

Nadie habla. El silencio inunda la habitación. Algún que otro tenue silbido suena, y se va apagando. Se escucha cómo la música deja de sonar. El parón de la vida resulta extraño, y sólo se puede percibir algún que otro grito ahogado.
Hablando del final del mundo, y sucede ante los ojos de todos, y nadie hace nada. La minoría se queja, la mayoría se asusta. Será culpa de los políticos. Será culpa de las malas gestiones, será todo obra de Estados Unidos. O de Alemania. No, ahora es el turno de China. Esos chinos tan avanzados... O los japoneses, a lo mejor se forma una alianza. Igualmente, no hay que preocuparse por esto último, no pasará, dos personas no firmarán un pacto sin saber previamente la traición que llevarán a cabo. Casualidades. Coincidencias. El mundo es rosa, la vida es bella, y todos los humanos unos gilipollas que lo creen. No hay más que ser persona y saber, de estrategias, para pisotear a otras. No hay más que utilizar los párpados y cerrarlos, para no ver lo que rodea a esta pancarta de colorines de la que se disfruta cada día. No hay más que preguntarse el por qué, cómo llegaron hasta ese nivel, cómo la construyeron, con qué palabra y a quién le regalaron esa fabulosa sangre púrpura, que ha dado tanto poder. No hay más que articular palabra, pronunciar cada sílaba con valor, para decir lo que uno piensa de manera clara y precisa. Sólo hay que quejarse multitudinariamente. Tan sólo hay que pensar. Sólo hay que hacer un pequeño esfuerzo, y desmantelar el perfecto comedor que está en venta, donde el menú se sirve frío.



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