Papel en blanco

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Esbozos de un alma hecha a trazos XIV.

Perdiciones y tentaciones. Había papeles que firmaban sentencias, y horarios que no coincidían para no volver a ver figuras de personas que estuvieron y se fueron. Había miedo de volver atrás. No quería perderse, aunque ya iba acompañada.Y su casa estaba cerca.

Divagaciones

Era una brújula que había perdido el norte. Deambulaba por las calles; esperaba que saliera una sonrisa de su boca. Mantenía la respiración, contaba hasta diez y en instante creyó perder el conocimiento. No sabía cuán equivocado estaba. Ladraba y ladraba cada día, y todas las noches. Nadie le prestaba un poco de atención, pasaban por las calles y actuaban como si él fuera invisible. Por fin, le dieron su bozal, una niña pequeña lo cautivó, fue entonces cuando mantuvo el hocico cerrado, y respiró.

Pequeñeces.

Jugar con las manos desde que éramos enanos, envolvernos en la arena y rebozarnos en ella. De nuevo, este verano comenzamos a recordarnos, a echarnos de menos, a juntar nuestros pensamientos, a vernos con esos ojos de niños pequeños. Ayer soñabas con hoy, imaginabas que todo era teatro, que nuestro escenario era la playa, y que siempre lo sería. Hoy, estamos en el centro, en un centro que nunca ha sido nuestro, hasta ahora. Pasear por ese parque saboreando cada minuto, cada segundo, en perfecta armonía. Contemplar el otoño, las hojas que caen y el tiempo que vuela.

Provocaciones.

Y pretensiones.
Evitar la tentación, saber lo que se ha de hacer y cumplirlo, dejando fuera los impulsos.
Conocer los resultados, aceptarlos, asumirlos, como parte del proceso.
No caer en respuestas estúpidas, sin sentido, insignificantes, que produzcan dolor.
Seguir adelante, sin cuestionar, sin mirar un pasado, las segundas oportunidades nunca fueron buenas, murmullaban.
Adelantarse, saber actuar en todas las situaciones.
Verte, y girar la mirada, provocando una sonrisa.
Verte, y todo lo planeado se va por la borda, porque nuestro comportamiento es impredecible.
Eres tú, y yo, y lo que sucede nunca fue previsto...
Soy yo y no quiero nada.
Eres tú, y ahora lo quieres todo.
Dos sensaciones totalmente dispares, jamás se pusieron de acuerdo, y ahora tampoco, no cambiarán. Porque uno no quiere darse cuenta, y uno tiene miedo, y uno no quiere regresar, pero uno encuentra su resguardo en ese paso atrás, en su regazo.
No sé, y tú no sabes. Nunca supimos, sólo sabemos que nos supimos en unos meses, que se agotaron, como todo; y como nada en esta vida que, a ratos sólo gira y te muestra un camino retorcido en el que encontrarte, a ti y, a mí, más allá.
Perder el norte, la concentración, y a nosotros mismos en el otro. No encontrarnos más, a pesar de que ambas intuiciones dicen 'tiene que volver a mí'... A veces también hay que saber que no todo vuelve. Que no todas las intuiciones son acertadas. Ven, volvamos, y demostremos que hasta nosotros nos hemos equivocado.

De películas.


Decidimos despejar la mirada el uno del otro, dejar de existir entre nosotros, un año, quizás más, quizás fueron tres y el tiempo se detuvo, manteniéndonos en unas burbujas separadas, del ruido incluso. No nos hemos dado cuenta, pero, has de saber que eché de menos ese cariño incondicional, esa relación tan curiosa que nos hacía especiales, apartándonos del resto. Esos despertares sabiendo que nada tenía que cambiar, aunque se anunciara que llegaría el punto y final, punto y aparte, también. Prometimos demasiado, ¿no crees? Y ninguno hicimos nada por recuperarlo, dejar que el reloj contara los minutos no fue la mejor opción, pero fue lo que elegimos.
Ahora, nos detenemos, uno frente al otro, en una calle desconocida de un lugar nuevo, ya no nos conocemos. Sabes que hay algo, una persona que te resulta más cercana de lo normal.
-Perdona, llego tarde.
-¿Adónde vas? Lo siento por la intrusión pero creo que te conozco.
-¿Tú?
Chico, creo que te equivocas de persona, si no te importa, he de seguir que voy con retraso.
La casualidad nunca ha estado de más, puede que ahora sea el momento, pero no recordaba que tu voz fuera así, ha cambiado mucho, tú también. Y ahora somos personas distintas, que se encuentran en una calle y no son capaces de reconocerse. Todo tan bonito y ahora tan triste.
-¿Esperas a alguien?
-
No, espero algo, una señal que me diga tu nombre, porque me suena, pero no me sale.
-
Te habrás equivocado, te vuelvo a repetir. ¿Llevas aquí cuatro horas?
-¿Tanto? Pues sí, eso parece...
-
¿Te apetece tomar un café? Así me puedes decir quién eres.
-Vayamos, pero te lo diré cuando hayamos terminado el café.

Se habían encontrado, él ya la conocía, sólo dejaría que ella imaginara durante un par de horas una historia de la que no se creería la protagonista.

Buh.



Huele a desesperación, ¿estuviste cocinando? Parece que se te cayó la sal al suelo. La cocina está llena de harina ¿qué pretendías, empolvarte la nariz?
Ya me acostumbré al sabor de la comida precocinada, los desayunos con tus tortitas ya no están en mi menú. ¿Sabías que ya no desayuno? Ah, espera, perdona, que hace demasiado que no me vienes a visitar y ya no recuerdas ni el número de mi portal, ni la calle donde vivo. ¿Sabes que no me mudé? No recuerdas ni mi nombre. Ya ni saludas, todo te sobra y estás llamando a mi ventana tirando gominolas. Perdón, me equivocaba, ese no es tu estilo, prefieres el mar a las cuatro de la mañana y que ningún chucho te despierte lamiéndote la cara. Aborreces el perfeccionismo, quién lo diría, cuando eres el primero que al tener elección, lo tira todo por la borda, para no variar y no perder la costumbre. Ahora, te tumbarás en la alfombra y disfrutarás del espectáculo de las llamas, a través de la chimenea. También perderás la noción del tiempo y no volverás a llamar, como siempre has hecho. En cambio, yo he aprendido a salir de mi burbuja, a masticar vilmente tus restos, a despreciar tus dotes culinarias, y memorizar todos los números de restaurantes de comida para llevar. He visto el cielo, y ahora sé luchar. Hay tanta harina porque intenté fabricar un saco de boxeo, y lo conseguí. Le puse tu cara, y por eso está todo así.

Controladores.

Dicen, hablemos de política. Piensan, escucharemos mentiras.
Se escudan en el poder, se confiesan secretos y esconden cuestiones que no les interesan. Injusticias olvidadas, empaquetadas y sepultadas en almacenes desconocidos. Ellos hablan, se reúnen y engañan. Muchas mentiras detrás de una pequeña verdad, palabras trasladadas al papel, que serán guardadas y recicladas para que otros las vuelvan a utilizar. Ellos, se hacían llamar políticos.

Esbozos de un alma hecha a trazos XIII.

Los recuerdos venían de vez en cuando, cada vez de menos en menos. Inspiraciones que aparecían al despertar, y se mantenían hasta que se convertían en realidades. Sorpresas por todas partes, pocos deseos de regresar y ya se había marchado el otoño. Nosotras, ante ese gran edificio, de la mano nos disponíamos a dar la bienvenida a un invierno lleno de incertidumbre, de papeles, y películas. Historias para contar, que prenderían bajo las llamas del fuego de nuestra chimenea.

Sol-edad.

Locuras entre palabras enmudecidas, que ella está bien y se adapta rápido, que le es complicado salir a sentir, aun así persiste, y lo intenta.
Una habitación un tanto cálida, versos que no se pronunciaron y miradas que hablaron por todo lo sucedido. Ella vuelve a mirar ese rincón en el que tan poco tiempo quiso quedarse, la rapidez con la que se desvanecen los recuerdos de un día, que llega a pasar de un mañana, a un ayer enterrado entre charcos de agua de lluvia.
Tanto ajetreo que no sirvió para nada, esperas que recibieron el nombre de inquietudes. Salir al mar, correr por la pradera, caminar sin rumbo siendo anónima, era lo que deseaba. Eso creía ella hasta que halló miradas que la atravesaban, que traspasaban hasta su más sincero corazón. Olvidó, que podía ser olvidada.
Pensó, y se vio en las nubes; descubrió, que ya había pasado mucho y era hora de brillar. Alcanzó la cima, lloró sin motivos, bailó bajo la lluvia, e imaginó.
Imaginó como todos, mientras soñaba. Al imaginar, un espejismo se cubría con una fina y delicada capa de niebla, y volvía en sí, volvía a ella. No se había ido, todavía, ella no había podido despertar.

Ideales.

Suponiendo que el cielo no es de colores, llevando la imaginación a la realidad, cada vez se iban volviendo más locos. Les gritaban que se fueran, que se espacio estaba reservado y ellos estaban fuera, no eran lo normal, no cumplían los requisitos para ser aceptados. Unos lloraban, expresando su deseo por entrar, por ser común, como la mayoría. Otros, asumían que su papel no encajaba en ese lugar, ellos debían crear un escenario muy grande, algo extraordinario. Así que marcharon hacia el sol, pasaron por la locura, y consiguieron la utopía con la que habían soñado.

Esbozos de un alma hecha a trazos XII.


El otoño se marchó, las hojas aún caían de los árboles y se amontonaban en el césped de los parques. Más de una vez pensamos en tirarnos encima de ellas, como si de un colchón se tratase. Más de una vez lo dijimos, sin embargo, la escarcha nos echó para atrás, después vino la nieve, y nos escondimos. Alguna vez salimos a pasear, a imaginar la nieve cayendo de ese turbio cielo y acumulándose en nuestros cabellos. Para entonces, ya éramos nosotros, un tú, un ella, un él, y yo; aprendiendo a dialogar con las musarañas del frío mañanero.

Desperdicios.

Madrugó, acababa de verse tirado en el suelo junto a un hoyo. No jugaba al golf, hacía mucho que lo había dejado, no servía para nada. Se veía cansando de tanta espera, nunca ninguna bola llegó a su meta. Exasperación. La lluvia empezaba a caer, y él ya pensaba que era tarde, cogió su abrigo con intención de marcharse y, de repente, vio una margarita florecer. La esperanza estaba llamando a su puerta, sin embargo, lo dejó pasar, cogió una pala y la enterró. No quedaba nada por lo que seguir adelante, el mundo se degradaba y no quería presenciarlo.

Truenos.

Mañana, mañana será otro día. Esas palabras fueron las que resonaban en su dulce melodía, aquella que cantaba una y otra vez mientras que se cepillaba el pelo.
Él la escuchaba desde su ventana, deseaba estar cerca de ella, pero una barrera de vacío lo separaba, y sabía que se lo merecía. Susurros que una noche habían alcanzado sus oídos, palabras aterciopeladas en noches de septiembre cuando el mundo está en decadencia y sólo merecía la pena la ternura humana. Caricias que se convirtieron en gritos de auxilio, llamadas que nunca fueron correspondidas; ya sólo quedaban dulces recuerdos.
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