Papel en blanco

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La cuenta atrás comenzó en el mismo momento que hace 365 días acabaron las campanadas, no había rastro de uvas, y las familias con los amigos brindaban con champán. A día de hoy, 31 de diciembre, como otros tantos últimos días de los años que han ido pasando, se percibe más ese tiempo que siempre causa estragos. Será que una cuenta atrás de una página de internet influencia a que el mundo desee lo mejor para todos. Será que una vez empezadas las vacaciones de invierno el espíriru navideño (o consumista) nos acerca los unos a los otros. Será que los balances no son mi punto fuerte y no se pueden poner en una balanza las cosas que pasan, que nuestra vida no se trata de un peso que ha de estar equilibrado, o que se componga de más pros que contras, o a la inversa.
En estos momentos, cuando una cena concertada se acontece, pienso, si otro día cualquiera, se podría reunir a la familia, cenar y brindar todos juntos. Es probable que la excusa del nuevo año, sea la idónea, que la vuelta que da la Tierra alrededor de Sol sea digna de celebración. Qué sé yo.
Lo que implica esta conmemoración, a mi parecer, es mi vuelta a casa, a una ciudad gigantesca que aún he de recorrer, a una habitación doble cuya calefacción nos mantiene, y guarda nuestros corazones del frío que cubre la ciudad y nuestro pequeño rincón del sur de Madrid. No obstante, la distancia, esa lejanía, sólo deseada a medias, que existe entre ciertas personas no es un aspecto positivo, ojalá se pudiera cambiar, pero es algo que se sabe, que debe ser así. Si la distancia no puede contra ello, se habrá ganado una complicada batalla, y será especial, de verdad. Y aunque se dejen cosas atrás, todo el mundo ha comprobado que en una maleta pequeña, no cabe la ropa vieja más la que regalan por estas fechas. A veces se dejan cosas atrás, aunque uno las aprecie demasiado, simplemente sucede, como el transcurso de un tiempo que jamás se puede detener a no ser que el despertador se quede sin batería y siga marcando la hora anterior.
Después de un buen año, viene otro mejor. Esa es mi perspectiva, aún hay demasiado por descubrir, y sigue siendo el comienzo. Un año más, unas horas menos.
Feliz año.

It just happens.

Ocurre que la vida da demasiados giros de ciento ochenta grados, que uno no sabe dónde meterse, si debajo de la manta el calor aguantará, o si un buen abrigo puede ser suficiente para disfrutar del invierno.
Tabernas donde el humo y el alcohol son los protagonistas, donde el vicio nunca dejó de estar presente, momentos de soledad en compañía.
A veces ocurre que uno se cansa de ir a los mismos lugares, de hacer las mismas cosas siempre, de releer y leer otra vez los mismos párrafos que no dirán cosas nuevas porque la magia es algo que no incluyen esas palabras, y la magia no es suficiente para hacer que esas palabras sean más tiernas, porque la ternura no sólo se encuentra en un rincón del mundo. Y mucho menos en las mismas palabras que se repiten siempre.
La ternura está en los ojos, de todos y cada uno, en los gestos que uno regala, en sonrisas bajo el mar o en reencuentros no planeados, porque no hay nada mejor que esas sorpresas que uno se lleva, que hacen que uno pueda levantarse feliz durante días, porque no han sido esperadas. Que no hace falta esperar, sólo salir corriendo y gritar, que el mundo no tiene piernas y tú puedes llegar más lejos.
Uno sólo necesita dar dos tragos a un vaso de agua para seguir adelante. Adelante en unas calles que atormentan, que ni pintadas de colores llamativos atraen, porque las luces se apagan y todo quedaría oscuro. La luz del sol está centrada en otros mares, en otras colinas, en otras ciudades y en algunas bienvenidas. Aunque las despedidas ganen por goleada en un partido sin final, que uno desconoce el desenlace, que una apuesta la puede perder (o no), si se arriesga. El riesgo que todos deberíamos tener, pero uno tiene más miedo que atrevimiento y hay cosas especiales que no suceden, porque uno mismo no se deja salir a la calle, a gritar, a vivir. Porque prefiere quedarse entre cuatro pareces que no se mueven, ya que su lema es más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer y se conforman, por no decepcionarse, por seguir con un plan establecido que sembrará pocas sorpresas, sin que ningún cabo ande suelto. A veces ocurre que uno se equivoca y es cuando el caos entra en la vida, y además no quiere salir, pero uno se empeña en arrojarlo fuera cual trapo usado, sin saber que lo echará de menos.
A veces uno, cansado de la existencia, de la rutina, necesita aquello que tuvo y despreció, aquello que en unos momentos, cuando más lejos está, se quiere con más ganas que nunca. Quien fuera aire para poder estar en tantos sitios, en tantos alientos, en cada suspiro y tocarlo todo con una suave brisa que emana del todo y llega a esas sonrisas cálidas que rebosan alegría.

Sin capitales.


Salgamos un rato esta tarde, podríamos ir al cine, cenar allí y tal vez jugar a los bolos un ratito, o pasar más tiempo en el billar intentando no rozar la bola negra. ¿Sería un buen plan, no crees? Aunque siempre podemos imitarlo, como siempre hemos jugado a ser quienes no somos, o imaginar que una cucharilla es un cetro del poder que se podría derretir en nuestras manos. Ha habido cosas que no teníamos a nuestro alcance, pero las hacíamos realidad, no querría perder esa facultad. ¿Cambiamos el plan?
Deberíamos atrevernos... Pasaremos una tarde siendo cocineros, buscaremos en el armario de la comida unos aperitivos, quizá palomitas sea la mejor opción. Después encontraremos el sirope de chocolate en la nevera, y la sal estará en su recipiente. El siguiente paso es coger el plato gigante donde reunir las palomitas, y añadirles la sal. Por último, el sirope.
No obstante, no podemos olvidar encender el ordenador y poner una película, de esas que nos dejen marcas como La vida es bella, o una de What's up, tiger Li
ly? sin sentido, un musical como Moulin Rouge o un clásico como Casablanca. Aunque siempre se puede recurrir a las películas americanas de entretenimiento. Puesta la película no nos hace falta más que el suelo, cubierto por una manta, a causa del invierno, y para más comodidad un par de cojines. Entonces veremos la película y empezaremos a ser esos personajes que aparecen, con los que nos identificamos y olvidaremos por unos momentos quienes somos, y nuestras vidas, también nuestros problemas para meternos en la piel de los protagonistas. Cuando las palomitas se acaben, y ya no volvamos a ser cocineros, y cuando la película vaya acabando jugaremos a ser personas adultas que necesitan tenerlo todo recogido, pero cambiaremos de planes al ver que aún somos adolescentes, que los cojines del sofá siempre pueden acabar en el suelo y nosotros inventaremos nuestra propia película durante unas horas, creyéndonos amantes, desbordando ternura e invadiéndolo todo de olor a pasión, antes de que el amanecer vuelva, y nos derpierte dándonos de frente con la realidad; en la cual no está permitido vivir actuando, aunque todo sea un escenario.

Una de Navidad.




25 de diciembre fun fun fun.
Y como cada año, llega uno de los días más esperados, más incluso que el propio cumpleaños. Aquí desde los más pequeños hasta los más mayores reciben sus sorpresas...
Tal vez crearon este día para unir a la familia, tal vez en el recuerdo de estos días siempre aparezca un olor a dulce, el color rojo de la pasión y el blanco del invierno. Quizá hacen creer que son vacaciones en familia, y fiestas con amigos. Nunca contaron que podrían ser poco agradables. Los anuncios nos pintan que las mejores sorpresas vienen empaquetadas y valen media millonada. Y se aspira a poder dar todo ese cariño en regalos, porque es lo poco que les queda a los niños de ilusión; si aún les queda algo. Los mayores lo toman como norma, navidad equivale a regalos, aunque hay quienes piensan que es la mejor excusa para estar juntos. Para los adolescentes son típicas vacaciones, no ir a clase ya es de por sí el mejor premio. Y todos hacen estrategias para que los pequeños no caigan en la cuenta de que, el mundo tiene poca fantasía, y detrás de todo (aunque también delante), se encuentran unas monedas o unos billetes, incluso tarjetas de crédito, en definitiva, dinero.
Dinero que vale para dibujar sonrisas, pero se equivocan, crean caprichos.
Ahora el amigo invisible también está de moda, cenas de trabajo, comidas de clase, quedadas y reencuentros, vuelta a casa por navidad como el turrón, cuidado que el invierno se acerca con más frío, chimeneas que se encienden, árboles y luces de navidad que decoran una época del año aparentemente muy acogedora, deseos que se cumplen, personas que triunfan, otras que fracasan, conversaciones superficiales. Mitos y ritos.
Quiero una ración menos de navidad, por favor. Quiero que el rito de escuchar villancicos con la familia mientras se cena en un 24 por la noche se acabe. No quiero quedarme en casa y dejar que todos los jóvenes se alcoholicen pasando frío, y no estar cerca. Mentiría si mencionara esa última frase. Hay que renovarse, hacer las cosas por el hecho, simplemente, de que apetezcan, no por ser una fecha, que fechas, ya hay muchas en el año. ¿Cómo hacer que vuelva la ilusión inocente? ¿Cómo renovar una Navidad?
Velas que se apagan, trajes rojos que se dejan acumulados en el trastero, barbas de quita y pon...
25 de diciembre fun fun fun.

Mundo de papel.


Está tan lejos el sur del norte como el este del oeste. Estamos en un punto de inflexión en el que es posible seguir el mismo hábito, o romper otra vez con lo establecido y comenzar, con un nuevo año. Decidamos pues, dejarnos llevar por nuestros propios sentidos, nunca por los demás. Cometamos nuestras propias faltas y aprendamos de ellas. Empecemos a pensar por nosotros mismos, a sernos fieles y leales, y a querernos, después estará el mundo. Llamemos de puerta en puerta dando una publicidad de contacto, movilizando nuestras ideas, creando lo que verdaderamente queremos. Neguémosnos ante líderes de opinión que pretendan convertir sólo sus sueños en realidad, pidámosles explicaciones, mostremos que el contacto es lo verdaderamente importante, esa humanidad que cuando se va ascendiendo van perdiendo. Démosles la razón si la tienen. Demostremos que no sólo somos un entramado, un engranaje que cumple órdenes. Luchemos juntos, por nuestros valores. No enfrentemos razones y afrontemos que nosotros, sí, nosotros estamos aquí ahora, y que siempre será el lugar y la hora idónea para dar a conocer que el ser humano piensa, y siente.

Siente que el mundo sea un juego, un videojuego en la actualidad, que a menudo sale el letrero de game over, lo que significa que habrá que volver a empezar. O, un papel emborronado a causa del temporal, el cual habrá que escribir otra vez. Dejémosnos de papiroflexia sin saber, moldeando una hoja artificial para darle forma o acabar destrozándola. No formamos parte de un papel que se pueda sustituir con otro, porque de momento, no conocemos otro mundo más que éste. Quizá la solución sea crear otro, empecemos a crearlo de papel y si funciona, trasladémoslo a un videojuego, si no nos sale try again, deberíamos montarlo en un territorio pequeñito, donde las pequeñas cosas sean las que más importan. Que podemos hacer cosas por nosotros mismos, nadie piensa por nosotros, nadie puede sentir por nosotros, el corazón nos hace humanos. Y la vida nos permite demostrarlo.

Irreconocible.Olvidado. Y defectuoso.


Espíritu libre, que no descansa, se mantiene vivo sin estancarse, tomando fotos de aquí allá a donde va, robando un pedacito de vida a cualquiera que se cruce en su parada, dando más vida de la que algunos piden; calor.
Espíritu aventurero, que no echa la vista atrás porque todo lo lleva consigo, no necesita más amor que el que se da a sí mismo, le sobran las ganas para emprender un nuevo viaje, le faltan los motivos para marcharse a otro lugar distinto.
Le inquieta la forma de ver, a través de esos párpados delicados, a través de esos ojos que aún iluminan con su inocencia, la esperanza del cambio, de sus continuos movimientos, sin dejar huella aparentemente. Se dirige a donde nadie sabe, donde todos acabarán bajo una lápida, suponen.
Bajo el mar encuentra pedacitos de lágrimas que una vez compusieron una linda melodía, las reúne y lo escucha. Un canto melodioso que nadie recuerda, porque el recordar duele y todos dejaron de preocuparse, es más sencillo que desemboquen en el aire que nadie respira.
Espíritu despreciado, cuya vida es producir modificaciones en las historias ajenas, en cuyo final nunca aparecerá.
Espíritu prevalecedor, que persiste, luchando como los espermatozoides en su carrera por ser el primero en llegar, por ser el protagonista, por sobrevivir. Es de quien nadie se acuerda, pero todos recuerdan, algo hizo, algún hilo tejió de esta tela de araña que se ha convertido en enredos de donde nadie puede escapar. Reflexionan y no son capaces de agradecer, con gestos, nada; porque el momento sucedió y les fue bien, no tenían motivo para quejarse.
Espíritu es tan sólo un don nadie, a la vez que alguien que tiene fuerza para cubrir a la ciudad, a dos ciudades y a toda la población. Es algo que está de más, pero se echa en falta cuando está de menos.
Una identidad que está en todos, y al mismo tiempo, en ningún lugar; no tiene nombre. Se va perdiendo poco a poco su esencia, si él mismo no la encuentra, se llegará a perder.
Quizás el momento de desvanecerse le ha llegado, a lo mejor, es simplemente una transición que le manda un mensaje: no vuelvas más.

Bruma.


Sentir el frío cuando una gota de lluvia resbala por mi mejilla. Caer agotada mientras el cerebro se va colapsando. Encontrar puertas abiertas y cerrarlas. Hacer que la luz salga por la rendija de tu corazón. Beber violentos susurros que el latido de tus ojos regala a mi mirada. Saborear cada silencio como dulces melodías que producen los grillos al alba. Levantarme y dejar que el sonido entre por la ventana. Despertar y ver que todo lo que me rodea era un manto de sonrisas. Despertar y soñar de nuevo. Dormir hasta que el atardecer le pida una canción a la razón. Una canción que llene esta oscura habitación.


Aprecio, lo llaman.


Tantas ganas de vivir, enredadas y comprimidas en unas cajas empaquetadas. El ronroneo del gato que pretende trepar por la pared y colarse en una de ellas, -lástima que lo pillaras- podría haber sido buena compañía en tiempos de aguaceros.
¿No crees que es hora de salir a pintar el mundo? ¿Y de revolear por el suelo todo lo que contienen esas viejas cajas? Quizás hacer una limpieza con el fin de ver qué sobra, te serviría para avanzar. Pensarás que estoy tonta, que no necesitas más que el cariño que en las calles te dan, que las cajas pueden acumularse, y aun así no importarán. Sin embargo, nada más que te mientes a ti misma, pensando que en un futuro esas cajas recordarán momentos buenos que ya sucedieron, pero, que no viviste. Envuelta en sábanas viejas, sin intención de salir a pasear un rato. ¿Sabes? Haz lo que quieras. Yo me limitaré a echar de menos esas calles por las que pasamos de la mano, o tus manos, en momentos de incertidumbre, en noches en la playa cuando ya nos conocíamos, y sonreíamos juntas escuchando nuestros cuentos. Es diciembre, y llovió, y la lluvia nos arropó mientras destruía bolsas de cartón mal fabricadas. Que el mundo necesita inocencia, de esa que tú y yo, sabemos dar. A todo el que se cruce en nuestro camino. Recuerda, a todos.

Mayúsculas con M.

Diciembre.
Primera semana del último mes del año.
Vacaciones debido a una Constitución de 1978.
Algeciras.
Una vuelta a casa después de 3 meses.
Un sitio, después de todo, sin vida.
Getares.
Playa donde más huellas habré dejado.
Lugar frío en invierno en el que más tiempo paso.
Mediterráneo.
Mar en el que desembocaron mis sueños.
Y donde todo quedó atrás, empezando a tener sentido.
Renfe.
La vuelta a la rutina nunca había sido más desconcertante.
A veces un tren ayuda a que los deseos se hagan realidad.
Madrid.
Ciudad concentrada donde olvidar. Y crecer.
Centro de un país que destroza esperanzas.
Getafe.
Sur del centro, donde todos los días hay nubes grises.
Lugar donde nieva, e incluso puede brillar el sol más radiante.
Viky.
Chica con toda una vida nueva.
Una adolescente que ya tenía su lugar en el mundo.

Esbozos de un alma hecha a trazos XIV.

Perdiciones y tentaciones. Había papeles que firmaban sentencias, y horarios que no coincidían para no volver a ver figuras de personas que estuvieron y se fueron. Había miedo de volver atrás. No quería perderse, aunque ya iba acompañada.Y su casa estaba cerca.

Divagaciones

Era una brújula que había perdido el norte. Deambulaba por las calles; esperaba que saliera una sonrisa de su boca. Mantenía la respiración, contaba hasta diez y en instante creyó perder el conocimiento. No sabía cuán equivocado estaba. Ladraba y ladraba cada día, y todas las noches. Nadie le prestaba un poco de atención, pasaban por las calles y actuaban como si él fuera invisible. Por fin, le dieron su bozal, una niña pequeña lo cautivó, fue entonces cuando mantuvo el hocico cerrado, y respiró.

Pequeñeces.

Jugar con las manos desde que éramos enanos, envolvernos en la arena y rebozarnos en ella. De nuevo, este verano comenzamos a recordarnos, a echarnos de menos, a juntar nuestros pensamientos, a vernos con esos ojos de niños pequeños. Ayer soñabas con hoy, imaginabas que todo era teatro, que nuestro escenario era la playa, y que siempre lo sería. Hoy, estamos en el centro, en un centro que nunca ha sido nuestro, hasta ahora. Pasear por ese parque saboreando cada minuto, cada segundo, en perfecta armonía. Contemplar el otoño, las hojas que caen y el tiempo que vuela.

Provocaciones.

Y pretensiones.
Evitar la tentación, saber lo que se ha de hacer y cumplirlo, dejando fuera los impulsos.
Conocer los resultados, aceptarlos, asumirlos, como parte del proceso.
No caer en respuestas estúpidas, sin sentido, insignificantes, que produzcan dolor.
Seguir adelante, sin cuestionar, sin mirar un pasado, las segundas oportunidades nunca fueron buenas, murmullaban.
Adelantarse, saber actuar en todas las situaciones.
Verte, y girar la mirada, provocando una sonrisa.
Verte, y todo lo planeado se va por la borda, porque nuestro comportamiento es impredecible.
Eres tú, y yo, y lo que sucede nunca fue previsto...
Soy yo y no quiero nada.
Eres tú, y ahora lo quieres todo.
Dos sensaciones totalmente dispares, jamás se pusieron de acuerdo, y ahora tampoco, no cambiarán. Porque uno no quiere darse cuenta, y uno tiene miedo, y uno no quiere regresar, pero uno encuentra su resguardo en ese paso atrás, en su regazo.
No sé, y tú no sabes. Nunca supimos, sólo sabemos que nos supimos en unos meses, que se agotaron, como todo; y como nada en esta vida que, a ratos sólo gira y te muestra un camino retorcido en el que encontrarte, a ti y, a mí, más allá.
Perder el norte, la concentración, y a nosotros mismos en el otro. No encontrarnos más, a pesar de que ambas intuiciones dicen 'tiene que volver a mí'... A veces también hay que saber que no todo vuelve. Que no todas las intuiciones son acertadas. Ven, volvamos, y demostremos que hasta nosotros nos hemos equivocado.

De películas.


Decidimos despejar la mirada el uno del otro, dejar de existir entre nosotros, un año, quizás más, quizás fueron tres y el tiempo se detuvo, manteniéndonos en unas burbujas separadas, del ruido incluso. No nos hemos dado cuenta, pero, has de saber que eché de menos ese cariño incondicional, esa relación tan curiosa que nos hacía especiales, apartándonos del resto. Esos despertares sabiendo que nada tenía que cambiar, aunque se anunciara que llegaría el punto y final, punto y aparte, también. Prometimos demasiado, ¿no crees? Y ninguno hicimos nada por recuperarlo, dejar que el reloj contara los minutos no fue la mejor opción, pero fue lo que elegimos.
Ahora, nos detenemos, uno frente al otro, en una calle desconocida de un lugar nuevo, ya no nos conocemos. Sabes que hay algo, una persona que te resulta más cercana de lo normal.
-Perdona, llego tarde.
-¿Adónde vas? Lo siento por la intrusión pero creo que te conozco.
-¿Tú?
Chico, creo que te equivocas de persona, si no te importa, he de seguir que voy con retraso.
La casualidad nunca ha estado de más, puede que ahora sea el momento, pero no recordaba que tu voz fuera así, ha cambiado mucho, tú también. Y ahora somos personas distintas, que se encuentran en una calle y no son capaces de reconocerse. Todo tan bonito y ahora tan triste.
-¿Esperas a alguien?
-
No, espero algo, una señal que me diga tu nombre, porque me suena, pero no me sale.
-
Te habrás equivocado, te vuelvo a repetir. ¿Llevas aquí cuatro horas?
-¿Tanto? Pues sí, eso parece...
-
¿Te apetece tomar un café? Así me puedes decir quién eres.
-Vayamos, pero te lo diré cuando hayamos terminado el café.

Se habían encontrado, él ya la conocía, sólo dejaría que ella imaginara durante un par de horas una historia de la que no se creería la protagonista.

Buh.



Huele a desesperación, ¿estuviste cocinando? Parece que se te cayó la sal al suelo. La cocina está llena de harina ¿qué pretendías, empolvarte la nariz?
Ya me acostumbré al sabor de la comida precocinada, los desayunos con tus tortitas ya no están en mi menú. ¿Sabías que ya no desayuno? Ah, espera, perdona, que hace demasiado que no me vienes a visitar y ya no recuerdas ni el número de mi portal, ni la calle donde vivo. ¿Sabes que no me mudé? No recuerdas ni mi nombre. Ya ni saludas, todo te sobra y estás llamando a mi ventana tirando gominolas. Perdón, me equivocaba, ese no es tu estilo, prefieres el mar a las cuatro de la mañana y que ningún chucho te despierte lamiéndote la cara. Aborreces el perfeccionismo, quién lo diría, cuando eres el primero que al tener elección, lo tira todo por la borda, para no variar y no perder la costumbre. Ahora, te tumbarás en la alfombra y disfrutarás del espectáculo de las llamas, a través de la chimenea. También perderás la noción del tiempo y no volverás a llamar, como siempre has hecho. En cambio, yo he aprendido a salir de mi burbuja, a masticar vilmente tus restos, a despreciar tus dotes culinarias, y memorizar todos los números de restaurantes de comida para llevar. He visto el cielo, y ahora sé luchar. Hay tanta harina porque intenté fabricar un saco de boxeo, y lo conseguí. Le puse tu cara, y por eso está todo así.

Controladores.

Dicen, hablemos de política. Piensan, escucharemos mentiras.
Se escudan en el poder, se confiesan secretos y esconden cuestiones que no les interesan. Injusticias olvidadas, empaquetadas y sepultadas en almacenes desconocidos. Ellos hablan, se reúnen y engañan. Muchas mentiras detrás de una pequeña verdad, palabras trasladadas al papel, que serán guardadas y recicladas para que otros las vuelvan a utilizar. Ellos, se hacían llamar políticos.

Esbozos de un alma hecha a trazos XIII.

Los recuerdos venían de vez en cuando, cada vez de menos en menos. Inspiraciones que aparecían al despertar, y se mantenían hasta que se convertían en realidades. Sorpresas por todas partes, pocos deseos de regresar y ya se había marchado el otoño. Nosotras, ante ese gran edificio, de la mano nos disponíamos a dar la bienvenida a un invierno lleno de incertidumbre, de papeles, y películas. Historias para contar, que prenderían bajo las llamas del fuego de nuestra chimenea.

Sol-edad.

Locuras entre palabras enmudecidas, que ella está bien y se adapta rápido, que le es complicado salir a sentir, aun así persiste, y lo intenta.
Una habitación un tanto cálida, versos que no se pronunciaron y miradas que hablaron por todo lo sucedido. Ella vuelve a mirar ese rincón en el que tan poco tiempo quiso quedarse, la rapidez con la que se desvanecen los recuerdos de un día, que llega a pasar de un mañana, a un ayer enterrado entre charcos de agua de lluvia.
Tanto ajetreo que no sirvió para nada, esperas que recibieron el nombre de inquietudes. Salir al mar, correr por la pradera, caminar sin rumbo siendo anónima, era lo que deseaba. Eso creía ella hasta que halló miradas que la atravesaban, que traspasaban hasta su más sincero corazón. Olvidó, que podía ser olvidada.
Pensó, y se vio en las nubes; descubrió, que ya había pasado mucho y era hora de brillar. Alcanzó la cima, lloró sin motivos, bailó bajo la lluvia, e imaginó.
Imaginó como todos, mientras soñaba. Al imaginar, un espejismo se cubría con una fina y delicada capa de niebla, y volvía en sí, volvía a ella. No se había ido, todavía, ella no había podido despertar.

Ideales.

Suponiendo que el cielo no es de colores, llevando la imaginación a la realidad, cada vez se iban volviendo más locos. Les gritaban que se fueran, que se espacio estaba reservado y ellos estaban fuera, no eran lo normal, no cumplían los requisitos para ser aceptados. Unos lloraban, expresando su deseo por entrar, por ser común, como la mayoría. Otros, asumían que su papel no encajaba en ese lugar, ellos debían crear un escenario muy grande, algo extraordinario. Así que marcharon hacia el sol, pasaron por la locura, y consiguieron la utopía con la que habían soñado.

Esbozos de un alma hecha a trazos XII.


El otoño se marchó, las hojas aún caían de los árboles y se amontonaban en el césped de los parques. Más de una vez pensamos en tirarnos encima de ellas, como si de un colchón se tratase. Más de una vez lo dijimos, sin embargo, la escarcha nos echó para atrás, después vino la nieve, y nos escondimos. Alguna vez salimos a pasear, a imaginar la nieve cayendo de ese turbio cielo y acumulándose en nuestros cabellos. Para entonces, ya éramos nosotros, un tú, un ella, un él, y yo; aprendiendo a dialogar con las musarañas del frío mañanero.

Desperdicios.

Madrugó, acababa de verse tirado en el suelo junto a un hoyo. No jugaba al golf, hacía mucho que lo había dejado, no servía para nada. Se veía cansando de tanta espera, nunca ninguna bola llegó a su meta. Exasperación. La lluvia empezaba a caer, y él ya pensaba que era tarde, cogió su abrigo con intención de marcharse y, de repente, vio una margarita florecer. La esperanza estaba llamando a su puerta, sin embargo, lo dejó pasar, cogió una pala y la enterró. No quedaba nada por lo que seguir adelante, el mundo se degradaba y no quería presenciarlo.

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