Papel en blanco

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Irreconocible.Olvidado. Y defectuoso.


Espíritu libre, que no descansa, se mantiene vivo sin estancarse, tomando fotos de aquí allá a donde va, robando un pedacito de vida a cualquiera que se cruce en su parada, dando más vida de la que algunos piden; calor.
Espíritu aventurero, que no echa la vista atrás porque todo lo lleva consigo, no necesita más amor que el que se da a sí mismo, le sobran las ganas para emprender un nuevo viaje, le faltan los motivos para marcharse a otro lugar distinto.
Le inquieta la forma de ver, a través de esos párpados delicados, a través de esos ojos que aún iluminan con su inocencia, la esperanza del cambio, de sus continuos movimientos, sin dejar huella aparentemente. Se dirige a donde nadie sabe, donde todos acabarán bajo una lápida, suponen.
Bajo el mar encuentra pedacitos de lágrimas que una vez compusieron una linda melodía, las reúne y lo escucha. Un canto melodioso que nadie recuerda, porque el recordar duele y todos dejaron de preocuparse, es más sencillo que desemboquen en el aire que nadie respira.
Espíritu despreciado, cuya vida es producir modificaciones en las historias ajenas, en cuyo final nunca aparecerá.
Espíritu prevalecedor, que persiste, luchando como los espermatozoides en su carrera por ser el primero en llegar, por ser el protagonista, por sobrevivir. Es de quien nadie se acuerda, pero todos recuerdan, algo hizo, algún hilo tejió de esta tela de araña que se ha convertido en enredos de donde nadie puede escapar. Reflexionan y no son capaces de agradecer, con gestos, nada; porque el momento sucedió y les fue bien, no tenían motivo para quejarse.
Espíritu es tan sólo un don nadie, a la vez que alguien que tiene fuerza para cubrir a la ciudad, a dos ciudades y a toda la población. Es algo que está de más, pero se echa en falta cuando está de menos.
Una identidad que está en todos, y al mismo tiempo, en ningún lugar; no tiene nombre. Se va perdiendo poco a poco su esencia, si él mismo no la encuentra, se llegará a perder.
Quizás el momento de desvanecerse le ha llegado, a lo mejor, es simplemente una transición que le manda un mensaje: no vuelvas más.

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