Papel en blanco

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Parte 3658

-Caramelo.
-Sandía.
-Bonito pelo.
-Bonita sonrisa.
-No te equivoques... Caramelo.
-Dos.
-Treinta y cuatro.
-¿Por qué?
-Así te veo mejor.
-El mar y mi playa.
-La mar, más poesía.
-Profesor.
-Letras.
-No, números.
-Bu.
-¿Ña?
-Ajá.
-Suena perfecto.
-Escucha música.
-Te falta este libro.
-Beatles.
-Tu corazón.
-De extremoduro.
-Cádiz.
-Estados Unidos.
-No más guerras.
-Sí chantajes.
-No emocionales.
-Palabras.
-Tormenta.
-Bonito día.
-Buenas noches.
-Durmamos.
-Me cansé.
-De ti
-¿Qué piensas?
-Bobaliconadas.
-En francés.
-Números.
-Te repites.
-Contigo repito.
-Cuatro.
-Tardes.
-Cómeme.
-Mañana.
-Chocolate.
-Mira, estrellas.
-No, contaminación.
-Tú.
-Y una señal.
-Un semáforo.
-En rojo.
-Como tu corazón.
-¿Extremoduro?
-Límites.
-Matemáticas.
-Racionalidad.
-Estupideces.
-Murmullos.
-Luces.
-Inconvenientes.
-Trenes.
-Mejor metro.
-O mapas.
-Siluetas.
-En el césped.
-Respiraciones.
-Actuemos...

I'll take everything.


Mientras tú, agotado del viaje, dormías, yo escribía. O lo intentaba.
Salieron palabras a borbotones, esbozos de situaciones, escenas de películas, que componían mi vida como si fuera una melodía. Una canción que poner en el reproducctor, y repetir hasta saber el momento de cada respiración. Nunca me fue tan difícil hacer un diálogo, nunca había sido tan complicado reproducir palabras reales. Pero lo eran, en eso consistía la vida, en grabar, ver, tocar, acariciar, y saber. Conocerte. Disfrutar un día de verano, o de invierno, de las nubes. Soñar por las noches en despertar la mañana siguiente, y verte. Ir al otro lado del mundo, coger un avión, un tren, un autobús, para acabar caminando por la carretera. Esperar a la desesperación, ir acompañados de la exaltación. Regresar a ese sitio llamado casa, y ser consciente de que por esas paredes pasaron ya demasiadas miradas, que lo seguirán haciendo. Volver, dulce película. Cómo no, Almodóvar. Almodóvar y sus premios Goya. Tú, ellos; papá y mamá. El sabor de la distancia, amargo olor a lejanía. Necesidades, de estar a solas, de hablar, de tener compañía, de sentir los límites de la libertad. Qué diablos. Salir a la ciudad para rozar cada extremo del cielo, robar sonrisas, quedarme con la tuya, regresar y recuperar aquella palabra de la penúltima frase, libertad. Y descubrir, mientras duermes, que hay muchas razones que aún desconocemos, para sobrellevar las continuas interrupciones que nos suceden. Resignarse, una palabra que no está en mi diccionario de vida. Vámonos... Y vayamos a por todo, a por cada pedacito de canción para hacerlo nuestro, a por cada gesto, robemos suspiros. Me quedaré con cada exhalación que parta de tu boca, para que desemboque en mis oídos, y sean todas mías. Logremos salir de la cárcel de la rutina, rompamos nuestras reglas, juguemos, pero nunca con sentimientos, gritemos y dejémonos llevar. Guardemos nuestra intimidad alejándonos de redes sociales, que sólo desmenuzan realidades, que destrozan y deprecian el puro aprecio. Que las palabras, sólo carecen de importancia cuando van dirigidas a todo el mundo. Ardamos en la hoguera, en aquella que invade nuestros pensamientos, en aquella donde nos perdemos. Aquella que mientras tú duermes, habita tus sueños, y mientras yo escribo, susurra la historia que tú imaginas.

Desafíos.

Aprender a ser inteligente.
Es sumamente complicado, relacionar el tiempo con el conocimiento. Parece que la experiencia ayuda, pero no es suficiente, de vez en cuando, se presenta como una leal compañera que incita al miedo, a la inseguridad, y a la desconfianza.
Se sobrevive, entre cuatro paredes y un techo. Hay quienes cuentan con un sol que brilla durante años y años, y quienes pasan horas mirando cómo llueve, pensando en qué momento se marchará la tormenta, pues ya hace demasiado tiempo que les persigue.
Los hechos que, se han sucedido durante dieciocho años, no se desvanecen con facilidad, han dejado magulladuras en una mente inocente, en un cuerpo joven. Marcas de palabras que calaron hondo, recuerdos de gestos olvidados, y mucho, mucho polvo.
Una niña pequeña, que trataba de crecer, dijo alguna vez que no se llega a ninguna parte de ninguna forma, y alguien lo escribió. Una chica más mayor lo recitó, y esa voz, con esas palabras, llegaron a los oídos de un viejo cascarrabias que decidió regalar piruletas, para llevar la contraria y así demostrar que la sabiduría predominaba frente a la ingenuidad. Mas sus intentos por alterar el mundo, fueron nefastos.
Señoras que vestían de negro, sentadas en un banco veían a las parejas pasear, y recordaban sus tiempos en los que se casaban con diecinueve años, y echaban de menos a sus abuelitos favoritos.
Cualquier día, habrá que levantarse de la cama, con ansias, de poder con el mundo, ganar la batalla contra él. Y vencer la barrera infranqueable que uno mismo se crea, para darse a conocer.
¿Miedo? ¿Quién dijo miedo? Habrá que olvidarlo, y recordar que hay personas con luz, cuyas sonrisas hacen que el miedo se esfume, cuyas promesas no sean mentiras por cortesía, aunque sea difícil aceptarlo. Que existen, a pesar de que algunos días no se quiera ver ese sol, esos latidos que palpitan con fuerza, porque merecen la pena, y la vida llega, y uno casi no se da cuenta cuando ha entrado por sorpresa, ha inundado la habitación de olor a libertad, y sus palabras son tan tiernas hacen que uno se estremezca, alcanzando un punto sin retorno, dejándose llevar arrastrado por la corriente, bebiendo felicidad cada día, sin pensar, simplemente sintiendo que los gestos van de la mano, acompañándolos. Sin que uno mismo esperase haber dejado la ventana abierta, pidiendo que sucediera, que volvieran esos brazos desconocidos, que los sentimientos, fueran creciendo, paulatinamente y sin cesar, dando lugar al surgimiento de una nueva era, la de los corazones desamparados que encontraron cobijo en un día, del cual no esperaban más que los buenos días.
Atrévete a ser inteligente.
Y a romper con lo establecido, a vivir con lo prohibido. En un mundo paralelo donde no existe elquédirán, donde la privacidad, vuela, donde aún está permitido soñar, y por encima de todo, la humanidad no pierde su sentido.

Final del mundo sin fin.


Convalecencia.
Preparaba la lucha, mas era imposible. La búsqueda de las palabras resultó ser golpes contra la pared, hasta que la cabeza quedó sin fuerzas, sin ganas de brillar. Nunca más existiría aquella mente con pedacitos de estrellas que pretendieran conocer el final.
Los espejos, reflejaban ahora una realidad abstracta, las imágenes se apoderaron de las personas, ya no habría más tiempo para verlas, su reflejo desgastado había sido presa de un terrible suceso. Sus rostros habían sido absorbidos por unas pantallas gigantescas, llenas de vacío, eran almas desperdiciadas que vagaban por la soledad de calles incompletas. En el fondo de la avenida, me encontraba yo, casi enmudezco al despertar, creí que la posibilidad de salvarse era nula, y me equivoqué. Al igual que esas almas, me dirigía a andar, sin saber el destino, respetando las zonas peatonales, mas no lo comprendía. Deambulaba, y no había nadie.
Algunos niños gritaban, el mundo a sus pies, y ellos querían volverse a casa, con mamá y papá. Mi enajenación hizo que ignorara la presencia de aquellos pequeños, no se merecían haber aparecido sin ninguna información, sin libro de instrucciones que les explicara cómo iban a ser tratados; como apestados sin hogar, sin familia, pobres huérfanos. Fue entonces, cuando un trocito de metal en la calle captó mi atención, escarbé superficialmente y encontré una cámara, sería una especie en extinción.
El mundo de las apariencias había sido suprimido desde hacía mucho, lo suplieron con una ficticia realidad, la cual fue gloriosamente devastada. Nunca fuimos capaces de movernos, de ir al centro de la movilización, de pensar que podríamos. Y ese fue nuestro brutal fallo. Creímos que éramos los reyes del universo, sobrevaloramos nuestra débil y fugaz existencia, lo que necesitábamos no nos iba a caer del cielo, aun así persistimos. Tan sólo demostramos que nuestra cabezonería era mayor, que el orgullo es el que gana. Y nos hace perder. Deberíamos habernos destrozado las manos, escribiendo hasta que doliera, moviéndonos hasta caer rendidos, luchar creyendo en nosotros mismos, y no en los demás. Fue otro error que cometimos. Y pensar que alguna vez, perseveramos en convertir nuestras propias promesas realidad, para darle valor a nuestras palabras. Otra falta que añadir. Aun así, aprendimos, a volar desde el infierno, a salir a pasear los días de lluvia, a ver más allá del muro de las siluetas, a velar por los sueños, a regalar cariño aunque doliera. No podemos fallar otra vez más. Ya desperté y no quiero regresar a la inconsciencia, ya crecimos y tenemos que darnos cuenta. Que uno no puede quedarse enredado en el pasado.

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