Papel en blanco

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Final del mundo sin fin.


Convalecencia.
Preparaba la lucha, mas era imposible. La búsqueda de las palabras resultó ser golpes contra la pared, hasta que la cabeza quedó sin fuerzas, sin ganas de brillar. Nunca más existiría aquella mente con pedacitos de estrellas que pretendieran conocer el final.
Los espejos, reflejaban ahora una realidad abstracta, las imágenes se apoderaron de las personas, ya no habría más tiempo para verlas, su reflejo desgastado había sido presa de un terrible suceso. Sus rostros habían sido absorbidos por unas pantallas gigantescas, llenas de vacío, eran almas desperdiciadas que vagaban por la soledad de calles incompletas. En el fondo de la avenida, me encontraba yo, casi enmudezco al despertar, creí que la posibilidad de salvarse era nula, y me equivoqué. Al igual que esas almas, me dirigía a andar, sin saber el destino, respetando las zonas peatonales, mas no lo comprendía. Deambulaba, y no había nadie.
Algunos niños gritaban, el mundo a sus pies, y ellos querían volverse a casa, con mamá y papá. Mi enajenación hizo que ignorara la presencia de aquellos pequeños, no se merecían haber aparecido sin ninguna información, sin libro de instrucciones que les explicara cómo iban a ser tratados; como apestados sin hogar, sin familia, pobres huérfanos. Fue entonces, cuando un trocito de metal en la calle captó mi atención, escarbé superficialmente y encontré una cámara, sería una especie en extinción.
El mundo de las apariencias había sido suprimido desde hacía mucho, lo suplieron con una ficticia realidad, la cual fue gloriosamente devastada. Nunca fuimos capaces de movernos, de ir al centro de la movilización, de pensar que podríamos. Y ese fue nuestro brutal fallo. Creímos que éramos los reyes del universo, sobrevaloramos nuestra débil y fugaz existencia, lo que necesitábamos no nos iba a caer del cielo, aun así persistimos. Tan sólo demostramos que nuestra cabezonería era mayor, que el orgullo es el que gana. Y nos hace perder. Deberíamos habernos destrozado las manos, escribiendo hasta que doliera, moviéndonos hasta caer rendidos, luchar creyendo en nosotros mismos, y no en los demás. Fue otro error que cometimos. Y pensar que alguna vez, perseveramos en convertir nuestras propias promesas realidad, para darle valor a nuestras palabras. Otra falta que añadir. Aun así, aprendimos, a volar desde el infierno, a salir a pasear los días de lluvia, a ver más allá del muro de las siluetas, a velar por los sueños, a regalar cariño aunque doliera. No podemos fallar otra vez más. Ya desperté y no quiero regresar a la inconsciencia, ya crecimos y tenemos que darnos cuenta. Que uno no puede quedarse enredado en el pasado.

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