Papel en blanco

Open 24 hours

Sobre mi cabeza.

Estaba en medio de un pasillo, donde todos cogían sus maletas para dejarlas caer, y más tarde, recogerlas y marchar con ellas. ¿Adónde? Al fin del mundo quizás. O al infierno, allá donde su billete de ida sin regreso les permitiera el acceso. Mi puerta estaba bloqueada, la cerradura no se dejaba manipular, shit. Quería, desaparecer por unos instantes, hacer autostop cerca de la entrada de casa, y que unos extraños se apiadaran de mí, que me entregaran a comisaría si así lo deseaban, que hicieran conmigo lo que se les antojase porque tenían mi permiso. También me hubiera gustado amanecer en el primer prado que hubiera a la derecha, al lado de una rotonda donde el final sería quedarse enredado en ella, entre árboles de colores que ayudaran a respirar. Sucedía, que el cansancio asfixiaba y los papeles aún más. Olvidaba decir que, todos tenían sus maletas, y en una de sus manos, entre sus dedos, papeles, cartas, papeles, facturas, papeles, que no eran capaces de tirar, ni de hacerlos desaparecer. Y yo quería. Pretendía evadirme tal y como el día avanzaba, para a los cinco segundos no ser persona, no tener que pensar, ni decir, ni hacer, ni preocuparme, ni lamentarme, y mucho menos rogar o tener miedo. Bah, el mundo y sus locuras. Aunque las mías eran especiales. Algunas personas lo sabían, para ellas no era invisible. Y yo quería convertirme en uno de esos pájaros que revolotean sobre mi cabeza, porque aún era pronto para pensar que quedaba un mes, para que todos cogieran su maleta. Y tomaran su rumbo. Mientras tanto, yo me quedaba con el miedo como compañero, hasta que las malas ideas sucumbieran, hasta ver, en el último momento, la forma en que todo se quedaba grabado como pisadas en la arena. La puerta se mantenía sin abrir, demasiado tiempo y tan pocos aciertos, cerradura encajada, bromas forzadas, nervios y apatía. El bloqueo mental. Dichosa barrera tan difícil de traspasar.

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