Papel en blanco

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Sal.


Y la mañana despertó por la salida del sol,
los rayos se reflejaban en sus caras.
Él despertó, ella aún dormía.La noche no les dejó descansar
pues en cada segundo algo acechaba.
Tras la tormenta pasada,
todavía se encontraban juntos.
Ella tenía entrecerrados los ojos,
estaba observándole sin que él se diera cuenta.
Él estaba pensando alguna manera de salir de aquel lugar
una playa a la que habían llegado a causa del oleaje.
Ella tenía el rostro feliz pues nada le importaba más,
estaba allí a su lado, y con eso le bastaba.
Él quería buscar una salida, pues allí no estaban a salvo,
pasaría el tiempo y si no podían subsistir, morirían.
Ella sentía que tendría que volver pronto, sino su familia se preocuparía.
Él estaba decidido a cuidarla.
Ella ocasionaría muchos problemas.. ya que no quería irse,
en ese inhóspito lugar, se sentía libre al fin.
Con una sonrisa le saludó al despertar,
y con un beso ella respondió.
Cuatro días pasaron, no encontraban salida alguna
empezaron las peleas, las discusiones interminables...
Ella se arrepintió de haber querido seguir allí.
Él se hundía cada vez más, se sentía derrotado
las circunstancias le estaban ganando,
y él solo no podría solucionarlo.
Ella no hacía nada, pues pensaba que ya estaba todo perdido
lo que más había deseado se había convertido en una pesadilla.
Desde la costa, vieron un barco...
Gritaron hasta más no poder.
Gritaron con todas sus fuerzas.
Pese a ello fue en vano, nada consiguieron.
Al día siguiente una barca apareció.
Ella creía que era una ilusión, y tan segura estaba que dijo:
-No me moveré. Sea quién sea. Aquí me quedaré. Vete tú.
Él se acercó, dio un salto de alegría.
Iban a por ellos, a sacarlos de allí.
Ella se arrepintió de haber dicho aquello,
pero tanto era su orgullo que decidió quedarse,
al menos que otra barca fuera a por ella y la llevaran a otro lugar.
Él se fue, y en cuanto llegó a un barco, pidió que otra barca
fuera en busca de ella y que la llevaran en dirección contraria.
Y así fue.
Ella se montó y al ver el barco en dirección opuesta, y a él diciendo adiós. Buen viaje.
Entonces una lágrima resbaló por toda su cara, y otra, y otra...
Y lloró, lloró hasta que se quedó sin lágrimas.
Se quiso tirar al mar, no la dejaron. Pataleó, se comportó como una verdadera niña pequeña, que por empeño perdió lo único que más le importaba.
Nada ya tenía sentido. Durmió. Durmió...
Llegaron a tierra firme.
Y a ella le pareció ver una sombra.
Hola dijo.
Creía que era un sueño, se pellizcó, cerró y abrió los ojos.
Y la abrazó.
La abrazó tan fuerte que ella sintió, que nunca más se querría alejar de su lado.
Él solo añadió:
-Siempre he hecho lo que tú querías. Me quieres aquí, aquí me tienes, pero ten cuidado si vuelves a decir, vete tú, lo haré y puede que ya sea tarde, y no vuelva.
Ella, arrepentida y con lágrimas en sus ojos dijo:
-Lo siento. Te quiero.

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