Papel en blanco

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D e s o r i e n t a c i o n e s.

La comida estaba hecha, la mesa del comedor preparada y aún eran las dos menos cuarto.
Su sobrino llegaría pronto, su hermano, tan puntual como siempre lo dejaría en la puerta justo a la hora de comer. Ella, mientras tanto, se sentaba en la silla de la cocina y se limitaba a esperar.
Además pensaba, ella quería a su sobrino como si fuera suyo, creía estar agotada de lo que la vida le había dado, con tan sólo diecinueve años, cansada del mundo y de su forma peculiar de la que todos salían escaldados, directos a otro extremo.
La silla se convirtió en la butaca del salón, en una de esas mecedoras que utilizan las personas mayores y había un ovillo de lana en el suelo, al lado de las agujas y de un jersey inacabado. De repente, se despertó y fue consciente de que había caído de nuevo en esa tentación que tenía siempre, desde sus diecinueve años, a recordar.
A recordar aquel día en el que el mundo no le pareció un lugar seguro, sino un lugar del que quería huir tras el accidente que dejó sin vida a su hermano y a su sobrino. Este retraso nunca supo olvidarlo, sin embargo, ella creía que aún se trataba de una impuntualidad inusual.

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