Papel en blanco

Open 24 hours

Mareos.

Hay caricias que saben a miel cuando entran por las orejas, cosquillas que pueden reventar un órgano, risas que duelen en los oídos, bonitas dentaduras que gritan cómeme. Y largas charlas entre desconocidos que duran más de lo previsto, porque, no se controla uno y aún menos se puede controlar a otra persona. Instantes, en los que es mejor prevenir que curar porque verlo todo de colores podría ser divertido, pero todo negro o nada blanco, no suena igual. Además de esas canciones que no se renuevan que todas parecen una copia de la primera que salió, que fue la más original, después todas se volvieron igual, insignificantes.
Un día alguien tuvo que mirar a todos lados, y vio que se encontraba en el extremo de todas las cosas, en aquellos límites que nadie veía, a los que nadie acudía. Al encontrarse a sí mismo, las preguntas más misteriosas las iba respondiendo, en un lugar distinto.
En un sitio, en el que todo parecía brillante tras los ladrillos, en donde los edificios eran mucho más grandes que con los que él soñaba. En un lugar lejano, había encontrado su sitio, entre tanto cartel iluminado, personas que llegan tarde y estudiantes que aspiran a llegar, a llegar a todo.
Llovía y no, la lluvía no lo mojaba... La ropa incluso estaba seca, aunque estuviera empezando a granizar. Era pronto para pedirse un helado de vainilla y stracciatela con una limonada casera. La mujer del bar seguía observando, como hacía siempre. La diferencia es que esta vez el adiós-hola vida nueva, no causaba ningún estrago. Había deseado encontrarse allí desde que un renacuajo lo invitó a tomar café.

0 apreciaciones:

Publicar un comentario

Ĭ