Papel en blanco

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Tic - tac.


Hubo arañazos, en algún tiempo pasado. Gritos de dolor, sonaban en la lejanía. Yo no lo recuerdo, sólo que hubo cinco minutos de silencio entre gemido y gemido, que se volvieron segundos, y se repetían. Esa noche, hubo un concierto, hubo un acontecimiento deportivo y música en todos los oídos. Aquello fue memorable. No recuerdo, tampoco, cómo sucedió, cómo fueron y vinieron los días, los sonidos. Letras de canciones fugaces, instantes que volaron. Aprendí en no creer en las promesas, preferí convertirlas en realidad. Esas corazonadas involuntarias que aparecen como si se tratase de carteles de neón que se ven desde el final de una Gran Vía, de la que no hay copia alguna. Quizá sólo haya una oportunidad para lograrlo. Quizás el destino, si así se llama, haya prefabricado los portales por los que he de pasar. Sin embargo, ayer llamaron a mi puerta. Unos fantasmas pretendían entrar, sin previo aviso. Fantasmas a los que en noches de invierno, de enero, es conveniente darles con la puerta en las narices y cerrar, así, el capítulo. No sé si será posible, tampoco recuerdo cuál fue mi elección de ayer. Hoy todo parece tan tranquilo, que podría haberse tratado de un molesto sueño, o una simple pesadilla.

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